jueves, 10 de junio de 2010

Evaluación

Hablar de evaluación, es hablar de un tema polémico, ya que existen diversas formas de enfocar este tema y muchas aristas para su análisis. En muchas ocasiones confundimos medir con evaluar y arrastramos a los evaluados con las consecuencias de este error. A lo largo de los años, el modelo evaluativo ha evolucionado a la par de la sociedad y sus demandas, se han intentado diversas formas, técnicas y/o métodos para evaluar, tratando de ajustarse a cada época o momento, sin embargo la mas de las veces se piensa la evaluación desde el punto de vista del evaluador hacia el evaluado, sin tomar en cuenta las consideraciones de este hacia el proceso y el momento evaluativo. Pero como todo en esta vida, llega una vez más el momento de cuestionar y ahora debemos cuestionar varias cosas y buscar solución para estos cuestionamientos.
Está claro que el modelo evaluativo actual no ha respondido a las necesidades sociales y ello puede deberse en gran medida al hecho de no haber incluido o consultado a los diversos actores que confluyen en el proceso educativo. Está claro que este es un hecho multifactorial y todos los actores sociales, económicos y políticos tienen que ver con este proceso, sin embargo es difícil imaginarse al empresariado dando su opinión sobre el modelo evaluativo necesario para contribuir al desarrollo integral de la nación, quizás, porque no son consultados, o porque ellos se preocupan más de sus negocios que del talento humano que permite llevar adelante a sus negocios. A lo mejor no es así, no está claro ni se percibe una vertiente que permita un análisis menos sesgado o más objetivo.
Pero lo cierto es que en medio de estos cuestionamientos, debemos preguntarnos: ¿evaluación cuantitativa o cualitativa?, ¿quizás una mezcla de las dos?, ¿en qué medida? Si observamos los resultados de una evaluación cuantitativa cualquiera, debería asaltarnos de inmediato una gran duda: ¿el evaluado que obtiene una calificación de 17 o 19 puntos está más aprobado que aquel que obtiene una calificación de 10 u 11 puntos?, ¿que representa en realidad el resultado de la escala intermedia de notas?, ¿será que tenemos un país mediocre por que muchos o quizás la mayoría de los egresados de las aulas universitarias y de la educación media han obtenido un promedio intermedio en sus evaluaciones?, ¿el resultado de una evaluación, que lo que más hace es medir y no evaluar, representa en realidad la calidad educativa?, ¿el resultado poco afortunado de un momento histórico para una persona, debe marcar su futuro en la vida personal y profesional?
Son muchos los cuestionamientos que debemos hacer y pocas las respuestas que tenemos para afrontar estas situaciones. Existen muchos "críticos" de oficio pero que nada aportan y poca gente pensando en este tema. ¿Será que llegó el momento de expresar nuestras ideas aun cuando estos "críticos" de oficio intenten descalificarnos y comenzar a hacer propuestas para el análisis y posterior desarrollo de un nuevo modelo evaluativo acorde a nuestros tiempos.
Habrá llegado el momento de abordar este álgido tema desde la óptica cualitativa con solo dos estadios: 1.- aprobado y 2.- en proceso de aprobación.
Si ese fuese el caso, entonces primero debemos revisar el sistema de competencias laborales e incrementar el mínimo requerido para la aprobación a un 70% y a la vez reforzar el proceso educativo en cuanto al tema de valores y principios, para trabajar con mayor profundidad lo relativo a honestidad y que el evaluado entienda que estar en proceso de aprobación, además de ser algo natural, es lo más indicado para no hacerle daño y producir una posterior frustración cuando no pueda mantenerse exitosamente en el campo laboral.
¿Cómo hacer para quitarle el negativismo a la evaluación y que esta no sea utilizada para someter al escarnio público al evaluado que aún no haya alcanzado las competencias mínimas necesarias para abordar un nuevo nivel educativo?
¿Cómo podemos minimizar ese estrés, paralizante en ocasiones, que invade a la persona al momento de ser evaluado?
El tema, por demás apasionante y polémico, exige mucha reflexión y prudencia. No debemos olvidar que a la educación le corresponde el digno oficio de vender sueños e ilusiones, no permitamos que un proceso de medición, que no de verdadera evaluación, le haga daño al país por las frustraciones que puede llegar a producir en un evaluado y en vez de tener mano de obra especializada o un profesional insertos en la economía productiva, tengamos un nuevo delincuente ejerciendo en el país.