miércoles, 5 de marzo de 2014

LOS GRITOS COMO FORMA DE ENSEÑANZA

Para wikipedia, Un grito, alarido o chillido es una vocalización ruidosa en la que el aire pasa a través de las cuerdas  vocales con mayor fuerza de la que se utiliza en la vocalización ordinaria o cierre a distancia. Aunque técnicamente este proceso puede ser realizado por cualquier criatura que posea pulmones, por lo general los términos anteriores se aplican específicamente a la vocalización humana. La motivación para gritar varia, y puede ser hecha de manera deliberada, o simplemente, como una reacción. En esencia, el motivo principal, en todas las situaciones, es la comunicación. Estos arrebatos transmiten alarma, sorpresa, disgusto o indignación, o tal vez para llamar la atención de otra persona o un animal.
Algunas personas, cuando argumentan, comienzan a alzar sus voces hasta el punto que comienzan a gritase el uno al otro en ira mientras continúan con su cambio de debate. Esta práctica se denomina "encuentro de gritos”.
Para la RAE, entre otros significados, gritar es levantar la voz con descompostura y orgullo. Clamar en voz alta, quejándose vehementemente de algo.
Para http://redpapaz.ning.com/profile/MarthadelSocorroZapataPinzon, Los seres humanos GRITAMOS cuando nos enfadamos, cuando no  salen las cosas como las queremos, a los hijos para que hagan las cosas que queremos y hagan caso, por desesperación y no nos damos cuenta que nos estamos enfermando de forma patológica. Somos una sociedad de ruidos Yo, tú, todos gritamos. En mi clase de Yoga aprendí a manejar el hábito de gritar ya que como paisa justificamos el grito con " Yo no grito" lo que pasa es que  "Yo hablo duro". 
La violencia contra los niños se ejerce no solo de manera activa, sino también de manera pasiva y en todos casos el resultado es el maltrato, no solo físico sino también el sicológico. En muchos casos se cree de manera errónea que un niño maltratado es aquel que ha sido golpeado o vejado, pero los niños a los que les gritan ya sea todos los días o de manera ocasional, o aquellos a los que se les niega un abrazo, una caricia, una palabra o un gesto de cariño o son ignorados, también son niños maltratados y en muchas ocasiones esto sucede no solo en le hogar, sino tristemente, también en la escuela.
Son muchas las ocasiones que los maestros o padres se dirigen a los niños con tono de voz por encima de lo normal y puede que para ellos no sea percibido como un grito, pero los niños si lo perciben como agresividad y por tanto se sienten gritados, trayendo como consecuencia la conducta de respuesta por parte de ese niño, la cual indudablemente no va a ser armoniosa, sino que seguramente va a ser agresiva como mecanismo de defensa ante la ofensa recibida.
Ahora bien, la pregunta muchas veces realizada y con multiplicidad de respuestas y justificaciones, ¿porqué gritamos a los niños? cada quién dará su propia respuesta y tendrá su propia excusa para justificar esa injustificable conducta, pero el error se seguirá repitiendo generación tras generación y el maltrato infantil, seguirá presente aunque muchos no lo vean o lo justifiquen bajo la falsa premisa que: a mí no me hizo daño.
El niño por naturaleza es un ser caprichos, producto de la falta de formación propia de le edad, el libre desarrollo de la personalidad, exige libertad de acción en sus aptitudes y actitudes espontáneas, pero para lograr la adaptación social del niño y enseñarle a manejar sus emociones adecuadamente, se utilizan métodos represivos y contradictorios que envían metamensajes errados, por ejemplo, lo primero que le pedimos al niño es que sea honesto, pero luego, cuando este da su opinión honesta de algún proceso o acerca de alguna persona, tenemos la obligación social de moldearle el lenguaje y decirle que esa no es la forma adecuada de decir las cosas y el niño entonces se pregunta, ¿digo o no digo la verdad?
Cuando no logramos que el niño se comporte como los adultos deseamos, entonces se produce la represión, la cual generalmente en el primer nivel es el grito o los gestos y/o palabras de desaprobación y comienza el proceso de maltrato infantil y por supuesto siempre habrá alguien que pregunte y entonces ¿cómo educamos sin maltratar?
Es aquí donde las nuevas teorías de la educación deben hacer su aparición, ya que debemos encontrar la forma de lograrlo, conjugando la libertad del niño con las restricciones sociales sin maltratarlo, cosa bien difícil por cierto.
Hasta ahora la psicología infantil parece estar segura que un niño atormentado por los gritos constantes de sus padres, representantes o maestros, se convierte en un niño nervioso, inquieto e inmaduro y proclive al desequilibrio físico. Quizás gritar puede servir momentáneamente, para que un niño cambie su actitud o conducta en ese instante, pero esto tiene consecuencias y muchos efectos negativos. Entre otros, puede mencionarse que afecta al sistema nervioso y produce desequilibrio físico y mental, pero además, los gritos pierden rápidamente su posible efecto en el cambio de conducta esperado, porque el niño se habitúa a ellos y se convierte en una persona que no sabe hablar ni dialogar en un tono normal. Su comunicación la hace imitando el patrón de conducta hiriente que él ha recibido, generalmente subida de tono, y en contraposición, para lograr el diálogo es imprescindible la calma y la empatía, competencias necesarias para saber escuchar y ponerse en el lugar de la otra persona, lo cual por razones obvias, le queda negado a ese niño maltratado.
Cuando vemos imágenes como esta, estamos seguros que la violencia ejercida contra los niños, es en buena parte responsable del mundo agresivo al que nos enfrentamos hoy.
 
El abuso de los gritos trae como consecuencia el sufrimiento del niño y el deterioro de su autoestima, ya que no se siente valorado ni querido y le impide establecer una relación cálida y afectiva con sus congéneres, llevándolo en muchas ocasiones a convertirse en el eterno rebelde sin causa, que desafía continuamente a la autoridad, lo que generalmente implica el incremento y la intensidad de los insultos, las amenazas y los castigos, y esto puede provocar sentimientos de revancha e inducir a la agresividad, aumentando la probabilidad que él lo aplique a su vez con los más débiles y se convierta en un adulto maltratador.
Las consecuencias de usar los gritos para educar a los niños, pueden verse en el gráfico que se presenta a continuación:
Para evitar la utilización de los gritos en la educación de los niños, debemos tener presente siempre estos criterios:
Los niños son personas y como tales, merecen ser escuchados con atención antes de reprocharles nada. Esto además les enseña, que para la solución de conflictos, el mejor método es el diálogo. Susurrarles o hablarles en voz baja les puede desconcertar, lo que ayudará a que se motiven a prestar atención.
Los adultos, padres, representantes, maestros, no siempre son dueños de la verdad absoluta, por ello, cuando nos equivocamos, es bueno reconocerlo delante de ellos y así les enseñamos a reconocer errores. Lo más adecuado es motivarlos, reforzar con elogios todo aquello que hacen bien, corregir con el diálogo todo lo que hacen mal y enseñarles siempre cuál es la forma correcta de hacerlo.
Hasta ahora,  gritar a los niños se ha convertido en algo habitual; eso ha hecho precisamente que lo consideremos como algo normal, aún cuando no lo es. Si quieres que el niño hable sin gritar, que te diga lo que está sintiendo, lo que le gusta y lo que le molesta, tienes que hacerlo tú primero.
Se enseña más con el ejemplo que con la palabra. Es una incoherencia pedirle al niño que haga justo lo contrario que está viendo en ti. Si tú le gritas le estás dando como mensaje, que esa es la forma correcta de comportarse, ya que ellos imitan el comportamiento de los adultos, quienes son sus modelos. Si quieres que el niño sea respetuoso contigo y con los demás, muéstrale cómo se hace.
Como dice Paco Gómez, no me grites, pues no te escucharé. Me limitaré a preguntarte en voz muy bajita y con tono firme ¿por qué me gritas?
No me grites para tratar de convencerme, pues ya habrás perdido la discusión.
No me grites con la excusa que te saco de quicio; antes aprende a controlarte y reconoce que no siempre tienes razón.
No me grites para "motivarme", pues nada me puede interesar si el precio son tus alaridos.
Para Ángela Marulanda, después de los padres, los profesores son una de las personas que tienen más influencia en la formación de los niños. Pueden destruir o construir, desanimar o motivar, herir o curar, humanizar o deshumanizar a sus alumnos. Los cambios en las relaciones sociales de los últimos tiempos exigen una nueva actitud en la forma de disciplinar a los alumnos. Estamos frente a unas nuevas generaciones de niños más despiertos, beligerantes e impulsivos. Esto requiere que los profesores utilicen métodos de disciplina que respeten su integridad y a la vez promuevan su colaboración y buen comportamiento, y así construir un ambiente positivo en el aula escolar. Las nuevas generaciones están creciendo en una cultura en la que, no sólo gozan de los grandes avances tecnológicos, sino que están padeciendo las funestas consecuencias de la falta de principios y valores, y por eso a menudo no saben qué está bien y qué está mal.

La alternativa es la disciplina razonada, porque enseña responsabilidad y a vivir en equipo. Es importante que los niños aprendan a ser responsables y a ser consecuentes con sus actos. Esta incluye normas y límites: los niños deben aprender desde pequeños que en nuestra sociedad vivimos con base en determinadas normas para que todo funcione mejor. Contamos con normas y límites dentro del hogar, cuando caminamos por la calle, cuando vamos a un restaurante, cuando vamos al colegio. Los niños lo aprenderán de forma natural si les enseñamos razonando siempre adecuándonos a su mentalidad.