domingo, 27 de julio de 2014

PENSAMIENTO SENCILLO VS PENSAMIENTO COMPLEJO

Este es un tema complejo que trataré de simplificar sin caer en el reduccionismo intelectual que le quite la importancia de ser tratado y manejado adecuadamente para incrementar el logro del razonamiento por parte de los que hoy se forjan para asumir las riendas de la sociedad del futuro, por tanto comenzaré por mostrar un concepto de pensamiento: para wikipedia, El pensamiento es la actividad y creación de la mente; dícese de todo aquello que es traído a existencia mediante la actividad del intelecto. El término es comúnmente utilizado como forma genérica que define todos los productos que la mente puede generar incluyendo las actividades racionales del intelecto o las abstracciones de la imaginación; todo aquello que sea de naturaleza mental es considerado pensamiento, bien sean estos abstractos, racionales, creativos, artísticos, etc.
Para saludalia.com, podría definirse como la capacidad de anticipar las consecuencias de la conducta sin realizarla. El pensamiento implica una actividad global del sistema cognitivo con intervención de los mecanismos de memoria, atención, procesos de comprensión, aprendizaje, etc. Es una experiencia interna e intrasubjetiva. El pensamiento tiene una serie de características particulares, que lo diferencian de otros procesos, como por ejemplo, que no necesita de la presencia de las cosas para que éstas existan, pero la más importante es su función de resolver problemas y razonar.
Tipos de pensamiento.
La psicología cognitiva ha basado fundamentalmente sus investigaciones en tres aspectos:
- el razonamiento deductivo
- el razonamiento inductivo
- la solución de problemas
El razonamiento deductivo
El pensamiento deductivo parte de categorías generales para hacer afirmaciones sobre casos particulares. Va de lo general a lo particular. Es una forma de razonamiento donde se infiere una conclusión a partir de una o varias premisas. El filósofo griego Aristóteles, con el fin de reflejar el pensamiento racional, fue el primero en establecer los principios formales del razonamiento deductivo. Por ejemplo, si se afirma que todos los seres humanos cuentan con una cabeza y dos brazos y que Pepe es un ser humano, debemos concluir que Pepe debe tener una cabeza y dos brazos. Es éste un ejemplo de silogismo, un juicio en el que se exponen dos premisas de las que debe deducirse una conclusión lógica. Pero no todos los ejemplos son tan claros. La lógica convencional, parte del hecho que hay dos valores únicos de verdad en los enunciados lógicos: "verdadero" o "falso", sin embargo algunos lingüistas admiten un tercer valor: "ni verdadero ni falso".
El pensamiento inductivo
Por otro lado, el pensamiento inductivo es aquel proceso en el que se razona partiendo de lo particular para llegar a lo general, justo lo contrario que con la deducción. La base de la inducción es la suposición de que si algo es cierto en algunas ocasiones, también lo será en situaciones similares aunque no se hayan observado. Una de las formas más simples de inducción, ocurre cuando con la ayuda de una serie de encuestas, de las que se obtienen las respuestas dadas por una muestra, es decir, por una pequeña parte de la población total, nos permitimos extraer conclusiones acerca de toda una población.
Con bastante frecuencia realizamos en nuestra vida diaria dos tipos de operaciones inductivas, que se denominan predicción y causalidad.
La solución de problemas
Otro importante aspecto en el que se han basado las investigaciones de la psicología cognitiva es la solución de problemas. Podríamos decir que un problema es un obstáculo que se interpone de una u otra forma ante nosotros, impidiéndonos ver lo que hay detrás. Lo cierto es que no hay consenso entre los psicólogos sobre lo que es exactamente un problema, y por tanto difícilmente puede haberlo en lo que supone una conducta de solución de problemas.
Algunos autores han intentado precisar estos términos. Gagné, por ejemplo, definió la solución de problemas como "una conducta ejercida en situaciones en las que un sujeto debe conseguir una meta, haciendo uso de un principio o regla conceptual". En términos restringidos, se entiende por solución de problemas, cualquier tarea que exija procesos de razonamiento relativamente complejos y no una mera actividad asociativa.
Se considera que habitualmente cualquier persona pasa por tres fases a la hora de solucionar un problema y se las denomina: preparación, producción y enjuiciamiento.
Por otro lado, encontramos también el pensamiento simple o sencillo y el pensamiento complejo.
Pensamiento simple
Puede decirse que el pensamiento simple es un pensamiento sin preocupaciones, es una mente que aun no está ejercida, de acuerdo al organismo del ser humano que conforme a su crecimiento se enfrenta a las situaciones que vaya viviendo, actuando según a sus necesidades.
Para José Félix Guzmán Reyes,  sin lugar a dudas, el pensamiento simple es un pensamiento heterónomo. El nuevo orden mundial, impuesto por la dictadura del mercado ha generado nuevas formas de percepción del mundo, en donde la homogeinización del pensamiento es producto de la enajenación de la voluntad individual y colectiva y es condición sine qua non para impulsar y desarrollar el imperio de las mercancías.
En esta dimensión domesticadora del hombre, la imposición del paradigma de la simplicidad resulta imperativo para conservar la ingenuidad y perpetuar la intransitividad de la conciencia. Porque el pensamiento simple resuelve de manera simple los problemas simples, sin compromisos complejos del pensamiento.
El pensamiento heterónomo, simplificado de manera intencional, contiene, desde el plano epistemológico, un apuro por el entendimiento sensible, por la claridad, el orden, la visión mágica del mundo, el activismo estéril y el énfasis alienante del lenguaje. Simple quiere decir sin partes. El pensamiento simple puede entenderse como una mónada, desde su acepción filosófica. Para Leibniz (2002) las mónadas son substancias individuales de orden cualitativo, vinculadas con la subjetividad. Puede ser una representación: es conciencia cuando se le considera en su forma; es fenómeno cuando se le considera en su materia; de esta manera, como unidad, explica que todo está en todo. Así, entendida la simpleza como mónada, está presente en toda interpretación y trasciende toda percepción compleja.
La simpleza como monadología concibe la realidad como estructurada por elementos últimos indivisibles que tienen su fuerza propia y, por lo tanto, deben ser percibidos sin mayor complicación. Así, la relación con el conocimiento se reduce a la aprehensión sensible.
La sensibilidad, dice Kant (2007), es una forma inferior del entendimiento, es una facultad de la intuición a priori que no cuestiona, simplemente acepta las cosas como son. Las cosas son como son y no de otra manera. La sensibilidad es pasiva; la razón práctica busca lo concreto; huye de las especulaciones y se aferra a la seguridad de las determinaciones. Para entender el mundo, la simpleza utiliza los sentidos. Más allá de la sensibilidad, a veces la simpleza se expresa desde un fuerte tenor emocional que instaura la sensiblería dominada por un sentimentalismo trivial que, con frecuencia, se convierte en objeto de manipulación de los medios masivos de comunicación. El apuro por la claridad, menosprecia el entendimiento que se supedita a los conceptos y se vincula con la lógica trascendental. Para el entendimiento simple, el pensar es suficiente. El pensar el pensamiento es complicado. La claridad está dada por las determinaciones que se construyen en la dinámica de la dominación y se imponen como prescripciones, pero se difunden como opciones.
La actitud dubitativa que encierra el doble ejercicio de la reflexión no tiene cabida. Las certezas con las que actúa la simplicidad provienen de paradigmas acotados, en los que los parámetros provienen de los objetos conceptuados desde denominaciones intrínsecas creadas y definidas desde los imperativos provenientes de la dominación y del encantamiento de la conciencia.
La aprehensión de la realidad es inmediata y obedece a la lógica parametral donde el conocimiento se asume como completo. La claridad es sólo la expresión de un estado aceptante. La prisa por el orden es la consecuencia de la claridad. El estado aceptante del pensamiento simple, hace que la percepción ordenada de la realidad genere, a su vez, un estado de seguridad, que no es sino la adhesión a una norma exterior, a un sistema de valores preexistente, a un orden moral y político, a una ley que coincide cabalmente con el sistema de valores dominante de la sociedad.
El pensamiento simple es dócil a la ley; docilidad que exige el sacrificio de toda aspiración que estuviese en conflicto con ella. La simplicidad necesita reglas claras y precisas que orienten su comportamiento; verdades definitivas que alimenten sus convicciones; instituciones sólidas que encuadren su existencia. Pero el pensamiento simple también tiene sus imaginarios que se construyen desde entidades mitificadas que se alimentan por la sensación de fragilidad y desamparo ante lo desconocido. Por la necesidad de protección ante lo ignoto y todo aquello que parezca amenazante, la simplicidad recurre a la seguridad emanada de un cuerpo de mitos proyectados hacia una figura paterna omnisciente, de un ser superior al cual debe amar y obedecer. El pensamiento simple encuentra en la visión mítica y mágica del mundo una nueva forma de sometimiento para aceptar pasivamente, en un estado de renuncia permanente, la voluntad ajena pero ahora compensada con la salvación y la eternidad. Por otra parte, la simplicidad desarrolla formas sencillas de pensamiento en los espacios laborales de la vida cotidiana. Si bien en estos lugares se crea el sentimiento de utilidad, a la par se abren nuevas autoafirmaciones y confirmaciones de un orden establecido en el cual el pensamiento simple ha de demostrar su obediencia a roles prescritos que se asignan en la división social del trabajo. En tanto actividad enajenada y enajenante, el trabajo asalariado produce una sensación de satisfacción cuando el pensamiento simplificador, encuentra para sí, algunos gratificantes como los escasos ascensos, algunas prebendas y los nimios incentivos pecuniarios los cuales refuerzan, desde la ficción, su sensación de bienestar y engendran, a la vez, un activismo intelectualmente estéril que sólo reproduce, de manera ampliada, las instancias en donde se elaboran los libretos originales del comportamiento humano
Visto lo expresado por Guzmán, quién al justificar el reduccionismo del  pensamiento sencillo nos permite entenderlo desde su óptica y en toda su complejidad. Podemos estar de acuerdo o no y por ello se debe profundizar la lectura a objeto de formarse opinión propia al respecto. La interrogante que se nos genera es si podemos asumir la postura de la autor como una inferencia válida para todos los seres pensantes, ya que debemos estar claros que no todos pueden tener el mismo nivel de comprensión frente a la profundidad de pensamiento expresada.
Según Morín, en el pensamiento llamado simplificador uno podría distinguir cuatro principios básicos
1. La disyunción: que tiende a aislar, a considerar los objetos independientes de su entorno, no ve conexiones, no ve en las especializaciones la relación de unas con otras, etc.
2. La reducción: que tiende a explicar la realidad por sólo uno de sus elementos: ya sea síquico, biológico, espiritual, etc.; ve el mundo una máquina perfecta; se siente satisfecho estableciendo leyes generales desconociendo la complejidad de la realidad y del hecho humano.
3. La abstracción: que se contenta con establecer leyes generales desconociendo las particularidades de donde surgen.
4. La causalidad: que ve la realidad como una serie de causas efecto, como si la realidad planteara ingenuamente un trayecto lineal, del menos al más, ascencional o se le pudiera plantear una finalidad.
Pensamiento complejo
Edgar Morin se plantea superar el pensamiento simplificador, es decir, aquel que se vincula ciegamente a un sistema de conocimiento para comprender al mundo sin ser capaz de ir más allá de los límites que a sí mismo se impone a través del pensamiento complejo, pero, ¿Qué es la complejidad?
A primera vista la complejidad es un tejido (complexus: lo que está tejido en conjunto) de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados: presenta la paradoja de lo uno y lo múltiple. Al mirar con más atención, la complejidad es, efectivamente, el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen nuestro mundo fenoménico.
Así es que la complejidad se presenta con los rasgos inquietantes de lo enredado, de lo inextricable, del desorden, de la ambigüedad, de la incertidumbre... De allí la necesidad, para el conocimiento, de poner orden en los fenómenos rechazando el desorden, de descartar lo incierto, es decir, de seleccionar los elementos de orden y de certidumbre, de quitar ambigüedad, clarificar, distinguir, jerarquizar... Pero tales operaciones, necesarias para la inteligibilidad, corren el riesgo de producir ceguera si eliminan los otros caracteres de lo complejo, y, como ya lo he indicado, nos han vuelto ciegos. 
Pero la complejidad ha vuelto a las ciencias por la misma vía por la que se fue. El desarrollo mismo de la ciencia física, que se ocupaba de revelar el orden impecable del mundo, su determinismo absoluto y perfecto, su obediencia a una ley única y su constitución de una materia simple primigenia (el átomo), se ha abierto finalmente a la complejidad de lo real. Se ha descubierto en el universo físico un principio hemorrágico de degradación y de desorden (segundo principio de la Termodinámica); luego, en el supuesto lugar de la simplicidad física y lógica, se ha descubierto la extrema complejidad microfísica; la partícula no es un ladrillo primario, sino una frontera sobre la complejidad tal vez inconcebible; el cosmos no es una máquina perfecta, sino un proceso en vías de desintegración y, al mismo tiempo, de organización. 
El pensamiento complejo se plantea la heterogeneidad, la interacción, el azar; todo como objeto del conocimiento, cualquiera que él sea, no se puede estudiar en sí mismo, sino en relación con su entorno; precisamente por esto, toda realidad es sistema, por estar en relación con su entorno. Distingue algunos principios del pensamiento complejo como: lo dialógico, la recursividad, el hologramático.
1. El dialógico: A diferencia de la dialéctica no existe superación de contrarios, sino que los dos términos coexisten sin dejar de ser antagónicos.
2. Recursividad: El efecto se vuelve causa, la causa se vuelve efecto; los productos son productores, el individuo hace cultura y la cultura hace a los individuos.
3. El principio hologramático: Este principio busca superar el principio de “holismo” y del reduccionismo. El holismo no ve más que el todo; el reduccionismo no ve más que partes. El principio hologramático ve las partes en el todo y el todo en las partes.
Estos principios están atravesados por dos términos que se presentan con unos planteamientos nuevos en Morín: el concepto paradigma y el concepto de sujeto. El paradigma es una estructura mental y cultural bajo el cual se mira la realidad. Estos paradigmas, por ser culturales, son inconscientes, son como un imprinting. En esto se separa de Kuhn para quien los paradigmas son científicos, por tanto, conscientes. Con respecto al concepto de sujeto, Morín lo aplica a toda realidad viviente cualquiera que sea. El sujeto tiene tres características: su autonomía, su individualidad y por su capacidad de “computar”, es decir, de procesar información: “Ego computo ergo sum”, dice el hombre es el sujeto de mayor complejidad.
Morín sostiene que no se puede asumir esta noción de sujeto desde un paradigma simplista. Es necesario el pensamiento complejo; aquel “pensamiento capaz de unir conceptos que se rechazan entre sí y que son desglosados y catalogados en compartimentos cerrados” por el pensamiento no complejo. No se trata de rechazar lo simple, se trata de verlo articulado con otros elementos; es cuestión de separar y enlazar al mismo tiempo. Se trata pues, “de comprender un pensamiento que separa y que reduce junto con un pensamiento que distingue y que enlaza”.
La dificultad del pensamiento complejo es que debe afrontar el entramado (el juego infinito de inter-retroacciones), la solidaridad de los fenómenos entre sí, la bruma, la incertidumbre, la contradicción. Pero nosotros podemos elaborar algunos de los útiles conceptuales, algunos de los principios, para esa aventura, y podemos entrever el aspecto del nuevo paradigma de complejidad que debiera emerger.
Así es que habría que sustituir al paradigma de disyunción/reducción/unidimensionalización por un paradigma de distinción/conjunción que permita distinguir sin desarticular, asociar sin reducir. Ese paradigma comportaría un principio dialógico y tanslógico, que integraría la lógica clásica teniendo en cuenta sus límites de facto (problemas de contradicciones) y de jure (límites del formalismo). Llevaría en sí el principio de la Unitas multiplex, que escapa a la unidad abstracta por lo alto (holismo) y por lo bajo (reduccionismo).
El propósito es el de sensibilizarse a las enormes carencias de nuestro pensamiento y el de comprender que un pensamiento mutilante conduce, necesariamente a acciones mutilantes. 
Morin cree que no hay que buscar la complejidad solamente en los desarrollos científicos. Hay que verla allí donde por lo general parece estar ausente, como por ejemplo, la vida cotidiana. La complejidad en ese ámbito fue descrita por la novela del siglo XIX y principios del XX. La ciencia de entonces se afanaba por expulsar de su discurso todo lo que fuera individual y singular, y por operar sólo con términos generales que le permitan formular leyes cada vez de mayor nivel de abstracción; incluso llegaba a expulsar el tiempo de su descripción del mundo. El ideal científico apuntaba a concebir un universo perfecto, una máquina determinista verdaderamente perfecta que se basta a sí misma, de la cual Laplace elimina a Dios.
Vemos así que cada ser tiene numerosas identidades, multiplicidad de personalidades en sí mismo, un mundo de fantasmas y de sueños que acompañan su vida. A lo largo de la vida, sólo conocemos una apariencia del sí mismo, porque uno se auto-engaña; incluso, los escritores más sinceros, como Jean-Jacques Rousseau o Chateaubriand, olvidaron siempre, en su esfuerzo por ser sinceros, lo importante acerca de sí mismos. 
La idea de la multidimensionalidad nos lleva a la idea de que toda visión especializada, parcial, es pobre y debe ser religada a otras dimensiones; de allí surge la tendencia a identificar complejidad con completud. Morin dice que es como que la aspiración a la complejidad lleva en sí misma la aspiración a la completud porque sabemos que todo es solidario y multidimensional. Pero la conciencia de la complejidad nos lleva a comprender que no podremos escapar jamás de la incertidumbre y que jamás tendremos un saber total: “la totalidad es la no verdad”.
Tampoco hay que confundir complejidad con complicación. La complicación es el entrelazamiento extremo de inter-retroacciones; no es antinómica respecto a la complejidad, ni se reduce a ella; es un elemento de la complejidad.
Si el pensamiento simplificador se funda en dos tipos de operaciones lógicas, la disyunción y la reducción, ambas brutalizantes y mutilantes, el pensamiento complejo deberá fundarse en los principios de distinción, conjunción e implicación. El paradigma de complejidad va a alimentarse con un conjunto de nuevos conceptos, de nuevas visiones de nuevos descubrimientos y de nuevas reflexiones que van a comunicarse, imbricarse, interactuar. No sabemos quién lo formulará; también se trata de una tarea histórica, cultural, profunda y múltiple que no se hace de un momento a otro. El paradigma anterior está fisurado, la ignorancia está descubierta y sacudida; vamos hacia uno nuevo.
(los textos de pensamiento complejo han sido tomados de: Gaceta de Universidad Veracruzana y www.pensamientocomplejo.com.ar)
Frente a lo anteriormente recopilado, voy a contraponer la opinión de Edgar Alfredo Redondo, quien establece que la complejidad se apoya en el ámbito matemático, específicamente en relaciones cuantitativas entre valores de parámetros y valores de variables y que la no linealidad no es sinónimo de complejidad.
Afirma también que Morin reprueba los modelos lineales a través de su perspectiva de la complejidad, tomada de las ciencias duras y adaptada a sus intereses, para convertirla en total ambigüedad utilizando palabras en su discurso altamente impactantes que invitan a la soberbia.
Morin muestra, según él un evidente desprecio por el conocimiento empírico o científico y presenta a las ideas como seres que tienen vida propia y autónoma en nuestra mente, que pueden llegar incluso a poseernos como cualquier posesión demoníaca. Explica también que a los holistas, se les escapan las partes al tratar de explicar la totalidad.
Establece el siguiente ejemplo para buscar la forma más sencilla de hacer aquellas cosas que parecen demasiado complicadas: “hay 131 participantes en la eliminatoria de un torneo de tenis. ¿Cuántos partidos se han de jugar para que quede un campeón?” Nos han enseñado que la forma tradicional de resolver el problema es hacia atrás y haciendo numeroso cálculos, pero hay una forma más sencilla, para que haya un ganador,, tiene que haber 130 perdedores, si de cada partido surge un perdedor, pues entonces, se deben jugar 130 partidos, así de fácil.

La mesa está servida para dar la discusión y tomar posición en esta gran discusión. Cual criterio debe prevalecer y como debemos tratar las cosas, ¿desde el reduccionismo significado por los transcomplejos o desde la facilidad de la comprensión establecida por los pragmáticos?