Este es
un tema complejo que trataré de simplificar sin caer en el reduccionismo
intelectual que le quite la importancia de ser tratado y manejado adecuadamente
para incrementar el logro del razonamiento por parte de los que hoy se forjan
para asumir las riendas de la sociedad del futuro, por tanto comenzaré por
mostrar un concepto de pensamiento: para wikipedia, El pensamiento es
la actividad y creación de la mente; dícese de todo aquello que es traído a existencia
mediante la actividad del intelecto.
El término es comúnmente utilizado como forma genérica que define todos los
productos que la mente puede generar incluyendo las actividades racionales del
intelecto o las abstracciones de la imaginación;
todo aquello que sea de naturaleza mental es considerado pensamiento, bien sean
estos abstractos, racionales, creativos, artísticos, etc.
Para saludalia.com,
podría definirse como la capacidad de anticipar las consecuencias de la
conducta sin realizarla. El pensamiento implica una actividad global del
sistema cognitivo con intervención de los mecanismos de memoria, atención,
procesos de comprensión, aprendizaje, etc. Es una experiencia interna e
intrasubjetiva. El pensamiento tiene una serie de características particulares,
que lo diferencian de otros procesos, como por ejemplo, que no necesita de la
presencia de las cosas para que éstas existan, pero la más importante es su
función de resolver problemas y razonar.
Tipos de
pensamiento.
La
psicología cognitiva ha basado fundamentalmente sus investigaciones en tres
aspectos:
- el
razonamiento deductivo
- el
razonamiento inductivo
- la
solución de problemas
El razonamiento deductivo
El pensamiento deductivo parte de
categorías generales para hacer afirmaciones sobre casos particulares. Va de lo
general a lo particular. Es una forma de razonamiento donde se infiere una
conclusión a partir de una o varias premisas. El filósofo griego Aristóteles,
con el fin de reflejar el pensamiento racional, fue el primero en establecer
los principios formales del razonamiento deductivo. Por ejemplo, si se afirma
que todos los seres humanos cuentan con una cabeza y dos brazos y que Pepe es
un ser humano, debemos concluir que Pepe debe tener una cabeza y dos brazos. Es
éste un ejemplo de silogismo, un juicio en el que se exponen dos premisas de
las que debe deducirse una conclusión lógica. Pero no todos los ejemplos son
tan claros. La lógica convencional, parte del hecho que hay dos valores únicos
de verdad en los enunciados lógicos: "verdadero" o "falso",
sin embargo algunos lingüistas admiten un tercer valor: "ni verdadero ni
falso".
El pensamiento inductivo
Por otro lado, el pensamiento
inductivo es aquel proceso en el que se razona partiendo de lo particular para
llegar a lo general, justo lo contrario que con la deducción. La base de la
inducción es la suposición de que si algo es cierto en algunas ocasiones,
también lo será en situaciones similares aunque no se hayan observado. Una de
las formas más simples de inducción, ocurre cuando con la ayuda de una serie de
encuestas, de las que se obtienen las respuestas dadas por una muestra, es
decir, por una pequeña parte de la población total, nos permitimos extraer
conclusiones acerca de toda una población.
Con bastante frecuencia
realizamos en nuestra vida diaria dos tipos de operaciones inductivas, que se
denominan predicción y causalidad.
La solución de problemas
Otro importante aspecto en el que
se han basado las investigaciones de la psicología cognitiva es la solución de
problemas. Podríamos decir que un problema es un obstáculo que se interpone de
una u otra forma ante nosotros, impidiéndonos ver lo que hay detrás. Lo cierto
es que no hay consenso entre los psicólogos sobre lo que es exactamente un
problema, y por tanto difícilmente puede haberlo en lo que supone una conducta
de solución de problemas.
Algunos autores han intentado
precisar estos términos. Gagné, por ejemplo, definió la solución de problemas
como "una conducta ejercida en situaciones en las que un sujeto debe
conseguir una meta, haciendo uso de un principio o regla conceptual". En
términos restringidos, se entiende por solución de problemas, cualquier tarea
que exija procesos de razonamiento relativamente complejos y no una mera
actividad asociativa.
Se considera que habitualmente
cualquier persona pasa por tres fases a la hora de solucionar un problema y se
las denomina: preparación, producción y enjuiciamiento.
Por otro lado, encontramos
también el pensamiento simple o sencillo y el pensamiento complejo.
Pensamiento simple
Puede decirse que el pensamiento
simple es un pensamiento sin preocupaciones, es una mente que aun no está
ejercida, de acuerdo al organismo del ser humano que conforme a su crecimiento
se enfrenta a las situaciones que vaya viviendo, actuando según a sus
necesidades.
Para José Félix Guzmán Reyes, sin
lugar a dudas, el pensamiento simple es un pensamiento heterónomo. El nuevo
orden mundial, impuesto por la dictadura del mercado ha generado nuevas formas
de percepción del mundo, en donde la homogeinización del pensamiento es
producto de la enajenación de la voluntad individual y colectiva y es
condición sine qua non para impulsar y desarrollar el imperio de las
mercancías.
En esta dimensión domesticadora
del hombre, la imposición del paradigma de la simplicidad resulta
imperativo para conservar la ingenuidad y perpetuar la intransitividad de
la conciencia. Porque el pensamiento simple resuelve de manera simple los
problemas simples, sin compromisos complejos del pensamiento.
El pensamiento heterónomo,
simplificado de manera intencional, contiene, desde el plano epistemológico, un
apuro por el entendimiento sensible, por la claridad, el orden, la visión
mágica del mundo, el activismo estéril y el énfasis alienante del lenguaje. Simple
quiere decir sin partes. El pensamiento simple puede entenderse como una mónada,
desde su acepción filosófica. Para Leibniz (2002) las mónadas son substancias
individuales de orden cualitativo, vinculadas con la subjetividad. Puede ser
una representación: es conciencia cuando se le considera en su forma; es fenómeno
cuando se le considera en su materia; de esta manera, como unidad,
explica que todo está en todo. Así, entendida la simpleza como mónada, está
presente en toda interpretación y trasciende toda percepción compleja.
La simpleza como monadología
concibe la realidad como estructurada por elementos últimos indivisibles que
tienen su fuerza propia y, por lo tanto, deben ser percibidos sin mayor
complicación. Así, la relación con el conocimiento se reduce a la aprehensión
sensible.
La sensibilidad, dice Kant
(2007), es una forma inferior del entendimiento, es una facultad de la
intuición a priori que no cuestiona, simplemente acepta las cosas como son. Las
cosas son como son y no de otra manera. La sensibilidad es pasiva; la razón
práctica busca lo concreto; huye de las especulaciones y se aferra a la
seguridad de las determinaciones. Para entender el mundo, la simpleza
utiliza los sentidos. Más allá de la sensibilidad, a veces la simpleza se
expresa desde un fuerte tenor emocional que instaura la sensiblería dominada
por un sentimentalismo trivial que, con frecuencia, se convierte
en objeto de manipulación de los medios masivos de comunicación. El apuro
por la claridad, menosprecia el entendimiento que se supedita a los conceptos y
se vincula con la lógica trascendental. Para el entendimiento simple,
el pensar es suficiente. El pensar el pensamiento es complicado. La claridad está
dada por las determinaciones que se construyen en la dinámica de la
dominación y se imponen como prescripciones, pero se difunden como opciones.
La actitud dubitativa que
encierra el doble ejercicio de la reflexión no tiene cabida. Las certezas con
las que actúa la simplicidad provienen de paradigmas acotados, en los que los
parámetros provienen de los objetos conceptuados desde denominaciones
intrínsecas creadas y definidas desde los imperativos provenientes de la
dominación y del encantamiento de la conciencia.
La aprehensión de la realidad es
inmediata y obedece a la lógica parametral donde el conocimiento se asume
como completo. La claridad es sólo la expresión de un estado aceptante. La
prisa por el orden es la consecuencia de la claridad. El estado aceptante
del pensamiento simple, hace que la percepción ordenada de la realidad
genere, a su vez, un estado de seguridad, que no es sino la adhesión a una
norma exterior, a un sistema de valores preexistente, a un orden moral y
político, a una ley que coincide cabalmente con el sistema de valores dominante
de la sociedad.
El pensamiento simple es dócil a
la ley; docilidad que exige el sacrificio de toda aspiración que estuviese en
conflicto con ella. La simplicidad necesita reglas claras y precisas que orienten
su comportamiento; verdades definitivas que alimenten sus convicciones;
instituciones sólidas que encuadren su existencia. Pero el pensamiento simple
también tiene sus imaginarios que se construyen desde entidades mitificadas
que se alimentan por la sensación de fragilidad y desamparo ante lo
desconocido. Por la necesidad de protección ante lo ignoto y todo aquello que
parezca amenazante, la simplicidad recurre a la seguridad emanada de un cuerpo de
mitos proyectados hacia una figura paterna omnisciente, de un ser superior
al cual debe amar y obedecer. El pensamiento simple encuentra en
la visión mítica y mágica del mundo una nueva forma de sometimiento para
aceptar pasivamente, en un estado de renuncia permanente, la voluntad
ajena pero ahora compensada con la salvación y la eternidad. Por
otra parte, la simplicidad desarrolla formas sencillas de pensamiento en los
espacios laborales de la vida cotidiana. Si bien en estos lugares se crea el
sentimiento de utilidad, a la par se abren nuevas autoafirmaciones y confirmaciones
de un orden establecido en el cual el pensamiento simple ha de demostrar su
obediencia a roles prescritos que se asignan en la división social del
trabajo. En tanto actividad enajenada y enajenante, el trabajo asalariado
produce una sensación de satisfacción cuando el pensamiento simplificador,
encuentra para sí, algunos gratificantes como los escasos ascensos, algunas
prebendas y los nimios incentivos pecuniarios los cuales refuerzan, desde
la ficción, su sensación de bienestar y engendran, a la vez, un activismo
intelectualmente estéril que sólo reproduce, de manera ampliada, las instancias
en donde se elaboran los libretos originales del comportamiento humano
Visto lo expresado por Guzmán, quién
al justificar el reduccionismo del pensamiento sencillo nos permite entenderlo
desde su óptica y en toda su complejidad. Podemos estar de acuerdo o no y por
ello se debe profundizar la lectura a objeto de formarse opinión propia al
respecto. La interrogante que se nos genera es si podemos asumir la postura de
la autor como una inferencia válida para todos los seres pensantes, ya que
debemos estar claros que no todos pueden tener el mismo nivel de comprensión
frente a la profundidad de pensamiento expresada.
Según Morín, en el pensamiento
llamado simplificador uno podría distinguir cuatro principios básicos
1. La disyunción: que tiende a
aislar, a considerar los objetos independientes de su entorno, no ve
conexiones, no ve en las especializaciones la relación de unas con otras, etc.
2. La reducción: que tiende a
explicar la realidad por sólo uno de sus elementos: ya sea síquico, biológico,
espiritual, etc.; ve el mundo una máquina perfecta; se siente satisfecho
estableciendo leyes generales desconociendo la complejidad de la realidad y del
hecho humano.
3. La abstracción: que se
contenta con establecer leyes generales desconociendo las particularidades de
donde surgen.
4. La causalidad: que ve la
realidad como una serie de causas efecto, como si la realidad planteara
ingenuamente un trayecto lineal, del menos al más, ascencional o se le pudiera
plantear una finalidad.
Pensamiento complejo
Edgar Morin se plantea superar el
pensamiento simplificador, es decir, aquel que se vincula ciegamente a un
sistema de conocimiento para comprender al mundo sin ser capaz de ir más allá
de los límites que a sí mismo se impone a través del pensamiento complejo, pero,
¿Qué es la complejidad?
A primera vista la complejidad es
un tejido (complexus: lo que está tejido en conjunto) de constituyentes
heterogéneos inseparablemente asociados: presenta la paradoja de lo uno y lo
múltiple. Al mirar con más atención, la complejidad es, efectivamente, el
tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones,
azares, que constituyen nuestro mundo fenoménico.
Así es
que la complejidad se presenta con los rasgos inquietantes de lo enredado, de
lo inextricable, del desorden, de la ambigüedad, de la incertidumbre... De allí
la necesidad, para el conocimiento, de poner orden en los fenómenos rechazando
el desorden, de descartar lo incierto, es decir, de seleccionar los elementos
de orden y de certidumbre, de quitar ambigüedad, clarificar, distinguir,
jerarquizar... Pero tales operaciones, necesarias para la inteligibilidad,
corren el riesgo de producir ceguera si eliminan los otros caracteres de lo
complejo, y, como ya lo he indicado, nos han vuelto ciegos.
Pero la
complejidad ha vuelto a las ciencias por la misma vía por la que se fue. El
desarrollo mismo de la ciencia física, que se ocupaba de revelar el orden
impecable del mundo, su determinismo absoluto y perfecto, su obediencia a una
ley única y su constitución de una materia simple primigenia (el átomo), se ha
abierto finalmente a la complejidad de lo real. Se ha descubierto en el
universo físico un principio hemorrágico de degradación y de desorden (segundo
principio de la Termodinámica); luego, en el supuesto lugar de la simplicidad
física y lógica, se ha descubierto la extrema complejidad microfísica; la
partícula no es un ladrillo primario, sino una frontera sobre la complejidad
tal vez inconcebible; el cosmos no es una máquina perfecta, sino un proceso en
vías de desintegración y, al mismo tiempo, de organización.
El pensamiento complejo se
plantea la heterogeneidad, la interacción, el azar; todo como objeto del
conocimiento, cualquiera que él sea, no se puede estudiar en sí mismo, sino en relación
con su entorno; precisamente por esto, toda realidad es sistema, por estar en
relación con su entorno. Distingue algunos principios del pensamiento complejo
como: lo dialógico, la recursividad, el hologramático.
1. El dialógico: A diferencia de
la dialéctica no existe superación de contrarios, sino que los dos términos
coexisten sin dejar de ser antagónicos.
2. Recursividad: El efecto se
vuelve causa, la causa se vuelve efecto; los productos son productores, el
individuo hace cultura y la cultura hace a los individuos.
3. El principio hologramático:
Este principio busca superar el principio de “holismo” y del reduccionismo. El
holismo no ve más que el todo; el reduccionismo no ve más que partes. El principio
hologramático ve las partes en el todo y el todo en las partes.
Estos principios están
atravesados por dos términos que se presentan con unos planteamientos nuevos en
Morín: el concepto paradigma y el concepto de sujeto. El paradigma es una estructura
mental y cultural bajo el cual se mira la realidad. Estos paradigmas, por ser
culturales, son inconscientes, son como un imprinting. En esto se separa de
Kuhn para quien los paradigmas son científicos, por tanto, conscientes. Con
respecto al concepto de sujeto, Morín lo aplica a toda realidad viviente
cualquiera que sea. El sujeto tiene tres características: su autonomía, su
individualidad y por su capacidad de “computar”, es decir, de procesar información:
“Ego computo ergo sum”, dice el hombre es el sujeto de mayor complejidad.
Morín sostiene que no se puede
asumir esta noción de sujeto desde un paradigma simplista. Es necesario el
pensamiento complejo; aquel “pensamiento capaz de unir conceptos que se rechazan
entre sí y que son desglosados y catalogados en compartimentos cerrados” por el
pensamiento no complejo. No se trata de rechazar lo simple, se trata de verlo
articulado con otros elementos; es cuestión de separar y enlazar al mismo
tiempo. Se trata pues, “de comprender un pensamiento que separa y que reduce
junto con un pensamiento que distingue y que enlaza”.
La dificultad del pensamiento
complejo es que debe afrontar el entramado (el juego infinito de
inter-retroacciones), la solidaridad de los fenómenos entre sí, la bruma, la
incertidumbre, la contradicción. Pero nosotros podemos elaborar algunos de los
útiles conceptuales, algunos de los principios, para esa aventura, y podemos
entrever el aspecto del nuevo paradigma de complejidad que debiera emerger.
Así es que habría que sustituir al paradigma de
disyunción/reducción/unidimensionalización por un paradigma de
distinción/conjunción que permita distinguir sin desarticular, asociar sin
reducir. Ese paradigma comportaría un principio dialógico y tanslógico, que
integraría la lógica clásica teniendo en cuenta sus límites de facto (problemas
de contradicciones) y de jure (límites del formalismo). Llevaría en sí el
principio de la Unitas multiplex, que escapa a la unidad abstracta por lo alto
(holismo) y por lo bajo (reduccionismo).
El propósito es el de sensibilizarse a las enormes carencias de nuestro pensamiento y el de comprender que un pensamiento mutilante conduce, necesariamente a acciones mutilantes.
El propósito es el de sensibilizarse a las enormes carencias de nuestro pensamiento y el de comprender que un pensamiento mutilante conduce, necesariamente a acciones mutilantes.
Morin cree que no hay que buscar
la complejidad solamente en los desarrollos científicos. Hay que verla allí
donde por lo general parece estar ausente, como por ejemplo, la vida cotidiana.
La complejidad en ese ámbito fue descrita por la novela del siglo XIX y
principios del XX. La ciencia de entonces se afanaba por expulsar de su discurso
todo lo que fuera individual y singular, y por operar sólo con términos
generales que le permitan formular leyes cada vez de mayor nivel de abstracción;
incluso llegaba a expulsar el tiempo de su descripción del mundo. El ideal científico
apuntaba a concebir un universo perfecto, una máquina determinista verdaderamente
perfecta que se basta a sí misma, de la cual Laplace elimina a Dios.
Vemos así que cada ser tiene
numerosas identidades, multiplicidad de personalidades en sí mismo, un mundo de
fantasmas y de sueños que acompañan su vida. A lo largo de la vida, sólo
conocemos una apariencia del sí mismo, porque uno se auto-engaña; incluso, los
escritores más sinceros, como Jean-Jacques Rousseau o Chateaubriand, olvidaron
siempre, en su esfuerzo por ser sinceros, lo importante acerca de sí mismos.
La idea de la
multidimensionalidad nos lleva a la idea de que toda visión especializada,
parcial, es pobre y debe ser religada a otras dimensiones; de allí surge la tendencia
a identificar complejidad con completud. Morin dice que es como que la aspiración
a la complejidad lleva en sí misma la aspiración a la completud porque sabemos
que todo es solidario y multidimensional. Pero la conciencia de la complejidad nos
lleva a comprender que no podremos escapar jamás de la incertidumbre y que
jamás tendremos un saber total: “la totalidad es la no verdad”.
Tampoco hay que confundir
complejidad con complicación. La complicación es el entrelazamiento extremo de
inter-retroacciones; no es antinómica respecto a la complejidad, ni se reduce a
ella; es un elemento de la complejidad.
Si el pensamiento simplificador
se funda en dos tipos de operaciones lógicas, la disyunción y la reducción,
ambas brutalizantes y mutilantes, el pensamiento complejo deberá fundarse en
los principios de distinción, conjunción e implicación. El paradigma de complejidad
va a alimentarse con un conjunto de nuevos conceptos, de nuevas visiones de
nuevos descubrimientos y de nuevas reflexiones que van a comunicarse,
imbricarse, interactuar. No sabemos quién lo formulará; también se trata de una
tarea histórica, cultural, profunda y múltiple que no se hace de un momento a
otro. El paradigma anterior está fisurado, la ignorancia está descubierta y
sacudida; vamos hacia uno nuevo.
(los textos de pensamiento
complejo han sido tomados de: Gaceta de Universidad Veracruzana y www.pensamientocomplejo.com.ar)
Frente a lo anteriormente
recopilado, voy a contraponer la opinión de Edgar Alfredo Redondo, quien establece
que la complejidad se apoya en el ámbito matemático, específicamente en
relaciones cuantitativas entre valores de parámetros y valores de variables y
que la no linealidad no es sinónimo de complejidad.
Afirma también que Morin reprueba
los modelos lineales a través de su perspectiva de la complejidad, tomada de
las ciencias duras y adaptada a sus intereses, para convertirla en total ambigüedad
utilizando palabras en su discurso altamente impactantes que invitan a la
soberbia.
Morin muestra, según él un
evidente desprecio por el conocimiento empírico o científico y presenta a las
ideas como seres que tienen vida propia y autónoma en nuestra mente, que pueden
llegar incluso a poseernos como cualquier posesión demoníaca. Explica también
que a los holistas, se les escapan las partes al tratar de explicar la
totalidad.
Establece el siguiente ejemplo
para buscar la forma más sencilla de hacer aquellas cosas que parecen demasiado
complicadas: “hay 131 participantes en la eliminatoria de un torneo de tenis. ¿Cuántos
partidos se han de jugar para que quede un campeón?” Nos han enseñado que la
forma tradicional de resolver el problema es hacia atrás y haciendo numeroso cálculos,
pero hay una forma más sencilla, para que haya un ganador,, tiene que haber 130
perdedores, si de cada partido surge un perdedor, pues entonces, se deben jugar
130 partidos, así de fácil.
La mesa está servida para dar la
discusión y tomar posición en esta gran discusión. Cual criterio debe prevalecer
y como debemos tratar las cosas, ¿desde el reduccionismo significado por los
transcomplejos o desde la facilidad de la comprensión establecida por los pragmáticos?
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