Para wikipedia, Un grito, alarido o chillido es una vocalización ruidosa en la que
el aire pasa a través de las cuerdas vocales con
mayor fuerza de la que se utiliza en la vocalización ordinaria o cierre a
distancia. Aunque técnicamente este proceso puede ser realizado por cualquier
criatura que posea pulmones, por lo general los términos anteriores se
aplican específicamente a la vocalización humana. La motivación para gritar varia, y puede ser
hecha de manera deliberada, o simplemente, como una reacción. En esencia, el
motivo principal, en todas las situaciones, es la comunicación. Estos arrebatos
transmiten alarma, sorpresa, disgusto o indignación, o tal vez para llamar la
atención de otra persona o un animal.
Algunas personas, cuando argumentan,
comienzan a alzar sus voces hasta el punto que comienzan a gritase el uno al
otro en ira mientras continúan con su cambio de debate. Esta
práctica se denomina "encuentro de gritos”.
Para la RAE, entre otros significados, gritar es
levantar la voz con descompostura y orgullo. Clamar en voz alta, quejándose
vehementemente de algo.
Para
http://redpapaz.ning.com/profile/MarthadelSocorroZapataPinzon,
Los seres humanos GRITAMOS cuando nos enfadamos, cuando no
salen las cosas como las queremos, a los hijos para que hagan las cosas
que queremos y hagan caso, por desesperación y no nos damos cuenta que nos
estamos enfermando de forma patológica. Somos una sociedad de ruidos Yo,
tú, todos gritamos. En mi clase de Yoga aprendí a manejar el
hábito de gritar ya que como paisa justificamos el grito con " Yo no
grito" lo que pasa es que "Yo hablo duro".
La violencia contra los niños se ejerce no solo de
manera activa, sino también de manera pasiva y en todos casos el resultado es
el maltrato, no solo físico sino también el sicológico. En muchos casos se cree
de manera errónea que un niño maltratado es aquel que ha sido golpeado o
vejado, pero los niños a los que les gritan ya sea todos los días o de manera ocasional,
o aquellos a los que se les niega un abrazo, una caricia, una palabra o un
gesto de cariño o son ignorados, también son niños maltratados y en muchas
ocasiones esto sucede no solo en le hogar, sino tristemente, también en la
escuela.
Son muchas las ocasiones que los maestros o padres
se dirigen a los niños con tono de voz por encima de lo normal y puede que para
ellos no sea percibido como un grito, pero los niños si lo perciben como
agresividad y por tanto se sienten gritados, trayendo como consecuencia la conducta
de respuesta por parte de ese niño, la cual indudablemente no va a ser
armoniosa, sino que seguramente va a ser agresiva como mecanismo de defensa
ante la ofensa recibida.
Ahora bien, la pregunta muchas veces realizada y con
multiplicidad de respuestas y justificaciones, ¿porqué gritamos a los niños?
cada quién dará su propia respuesta y tendrá su propia excusa para justificar
esa injustificable conducta, pero el error se seguirá repitiendo generación
tras generación y el maltrato infantil, seguirá presente aunque muchos no lo
vean o lo justifiquen bajo la falsa premisa que: a mí no me hizo daño.
El niño por naturaleza es un ser caprichos, producto
de la falta de formación propia de le edad, el libre desarrollo de la
personalidad, exige libertad de acción en sus aptitudes y actitudes
espontáneas, pero para lograr la adaptación social del niño y enseñarle a manejar
sus emociones adecuadamente, se utilizan métodos represivos y contradictorios
que envían metamensajes errados, por ejemplo, lo primero que le pedimos al niño
es que sea honesto, pero luego, cuando este da su opinión honesta de algún
proceso o acerca de alguna persona, tenemos la obligación social de moldearle
el lenguaje y decirle que esa no es la forma adecuada de decir las cosas y el
niño entonces se pregunta, ¿digo o no digo la verdad?
Cuando no logramos que el niño se comporte como los
adultos deseamos, entonces se produce la represión, la cual generalmente en el
primer nivel es el grito o los gestos y/o palabras de desaprobación y comienza
el proceso de maltrato infantil y por supuesto siempre habrá alguien que
pregunte y entonces ¿cómo educamos sin maltratar?
Es aquí donde las nuevas teorías de la educación
deben hacer su aparición, ya que debemos encontrar la forma de lograrlo,
conjugando la libertad del niño con las restricciones sociales sin maltratarlo,
cosa bien difícil por cierto.
Hasta ahora la psicología infantil parece estar
segura que un niño atormentado por los gritos constantes de sus padres,
representantes o maestros, se convierte en un niño nervioso, inquieto e
inmaduro y proclive al desequilibrio físico. Quizás gritar puede servir momentáneamente,
para que un niño cambie su actitud o conducta en ese instante, pero esto tiene consecuencias
y muchos efectos negativos. Entre otros, puede mencionarse que afecta al
sistema nervioso y produce desequilibrio físico y mental, pero además, los
gritos pierden rápidamente su posible efecto en el cambio de conducta esperado,
porque el niño se habitúa a ellos y se convierte en una persona que no
sabe hablar ni dialogar en un tono normal. Su comunicación la hace imitando el
patrón de conducta hiriente que él ha recibido, generalmente subida de tono, y en
contraposición, para lograr el diálogo es imprescindible la calma y la empatía,
competencias necesarias para saber escuchar y ponerse en el lugar de la otra
persona, lo cual por razones obvias, le queda negado a ese niño maltratado.
Cuando vemos imágenes como esta, estamos seguros que
la violencia ejercida contra los niños, es en buena parte responsable del mundo
agresivo al que nos enfrentamos hoy.
El abuso de los gritos trae como consecuencia el
sufrimiento del niño y el deterioro de su autoestima, ya que no se siente
valorado ni querido y le impide establecer una relación cálida y afectiva con sus
congéneres, llevándolo en muchas ocasiones a convertirse en el eterno
rebelde sin causa, que desafía continuamente a la autoridad, lo que
generalmente implica el incremento y la intensidad de los insultos, las
amenazas y los castigos, y esto puede provocar sentimientos de revancha e
inducir a la agresividad, aumentando la probabilidad que él lo aplique a su vez
con los más débiles y se convierta en un adulto maltratador.
Las consecuencias de usar los gritos para educar a
los niños, pueden verse en el gráfico que se presenta a continuación:
Para evitar la utilización de los gritos en la
educación de los niños, debemos tener presente siempre estos criterios:
Los niños son personas y como tales, merecen ser
escuchados con atención antes de reprocharles nada. Esto además les enseña, que
para la solución de conflictos, el mejor método es el diálogo. Susurrarles o
hablarles en voz baja les puede desconcertar, lo que ayudará a que se motiven a
prestar atención.
Los adultos, padres, representantes, maestros, no
siempre son dueños de la verdad absoluta, por ello, cuando nos equivocamos, es
bueno reconocerlo delante de ellos y así les enseñamos a reconocer errores. Lo
más adecuado es motivarlos, reforzar con elogios todo aquello que hacen bien,
corregir con el diálogo todo lo que hacen mal y enseñarles siempre cuál es la
forma correcta de hacerlo.
Hasta ahora, gritar a los niños se ha convertido en algo
habitual; eso ha hecho precisamente que lo consideremos como algo normal, aún cuando
no lo es. Si quieres que el niño hable sin gritar, que te diga lo que está
sintiendo, lo que le gusta y lo que le molesta, tienes que hacerlo tú primero.
Se enseña más con el ejemplo que con la palabra. Es
una incoherencia pedirle al niño que haga justo lo contrario que está viendo en
ti. Si tú le gritas le estás dando como mensaje, que esa es la forma correcta
de comportarse, ya que ellos imitan el comportamiento de los adultos, quienes
son sus modelos. Si quieres que el niño sea respetuoso contigo y con los demás,
muéstrale cómo se hace.
Como dice Paco Gómez, no me grites, pues no te
escucharé. Me limitaré a preguntarte en voz muy bajita y con tono firme ¿por
qué me gritas?
No me grites para tratar de convencerme, pues ya
habrás perdido la discusión.
No me grites con la excusa que te saco de quicio; antes aprende a controlarte y reconoce que no siempre tienes razón.
No me grites con la excusa que te saco de quicio; antes aprende a controlarte y reconoce que no siempre tienes razón.
No me grites para "motivarme", pues nada
me puede interesar si el precio son tus alaridos.
Para Ángela Marulanda, después de los padres, los
profesores son una de las personas que tienen más influencia en la formación de
los niños. Pueden destruir o construir, desanimar o motivar, herir o curar,
humanizar o deshumanizar a sus alumnos. Los cambios en las relaciones sociales
de los últimos tiempos exigen una nueva actitud en la forma de disciplinar a
los alumnos. Estamos frente a unas nuevas generaciones de niños más despiertos,
beligerantes e impulsivos. Esto requiere que los profesores utilicen métodos de
disciplina que respeten su integridad y a la vez promuevan su colaboración y
buen comportamiento, y así construir un ambiente positivo en el aula escolar. Las
nuevas generaciones están creciendo en una cultura en la que, no sólo gozan de
los grandes avances tecnológicos, sino que están padeciendo las funestas
consecuencias de la falta de principios y valores, y por eso a menudo no saben
qué está bien y qué está mal.
La alternativa es la disciplina razonada, porque
enseña responsabilidad y a vivir en equipo. Es importante que los niños
aprendan a ser responsables y a ser consecuentes con sus actos. Esta incluye
normas y límites: los niños deben aprender desde pequeños que en nuestra
sociedad vivimos con base en determinadas normas para que todo funcione mejor.
Contamos con normas y límites dentro del hogar, cuando caminamos por la calle,
cuando vamos a un restaurante, cuando vamos al colegio. Los niños lo aprenderán
de forma natural si les enseñamos razonando siempre adecuándonos a su
mentalidad.
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