Para algunas personas, el término en referencia puede ser considerado como un valor o un principio. La palabra es tan utilizada en estos días, que por momentos, parece perder su valor o importancia ya que la utilizan, Jefes de Estado y figuras políticas que la promueven, grupos religiosos que la practican, educadores en universidades y aulas de todo el mundo que predican su importancia, asociaciones no gubernamentales y de otra índole que la requieren de manera apremiante, sin embargo, hay momentos en el país, en los que parece ser desconocido su significado. Pasamos por situaciones difíciles desde lo social, lo económico, lo político, lo ambiental pero también desde lo educativo, por lo que se hace necesario y ¿por qué no?, hasta urgente, incorporar en las discusiones propias de nuestras cátedras, la necesidad de retomar el eje axiológico como aspecto fundamental de la educación y formación que en el CIDEC – CIU impartimos.
Etimológicamente la palabra proviene del latín tolerare (sostener, soportar), y define el grado de aceptación frente a un elemento contrario a una regla moral y para Wikipedia, es la capacidad de aceptación de una persona a otra que no es capaz de soportar a alguien o a un grupo ante lo que no es similar a sus valores o las normas establecidas por la sociedad. Es el respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias. Es la actitud que una persona tiene respecto a aquello que es diferente de sus valores. Es la capacidad de escuchar y aceptar a los demás, comprendiendo el valor de las distintas formas de entender la vida. Tolerancia no es hacer concesiones, pero tampoco es indiferencia. Para ser tolerante es necesario conocer al otro. Es el respeto mutuo mediante el entendimiento mutuo. Según ciertas teorías el miedo y la ignorancia son las raíces que causan la intolerancia y sus patrones pueden imprimirse en la psique humana desde muy temprana edad.
Pero debemos cuestionarnos, al tolerar algo, ya sea una persona, un grupo o una línea de conducta ¿no estamos asumiendo implícitamente que se trata de algo defectuoso o inaceptable?, y acaso, ¿la calificación de defectuoso o inaceptable no deriva de la medida en que el hecho cuestionado difiere de los valores y creencias que nosotros tenemos del mismo?, ¿la tolerancia fija límites o nos permite nuestra autenticidad y la libre expresión?, ¿puede decirse que al aceptar la tolerancia, aceptamos la desigualdad?
Ciertamente el problema es humano, debido a la naturaleza de nuestras relaciones y condición gregaria, ya que para poder convivir en ambientes tolerantes hemos debido fijar normas y límites para nuestro accionar y la comprensión y respeto a las mismas tiene un origen común, el hogar y la formación que allí recibimos. Sin embargo, la descomposición social que caracteriza algunos sectores, es quizás el aspecto más importante, pero no el único, que interviene de manera negativa en la deformación social del individuo, ese, que luego va a ser un habitante de la ciudad pero no un ciudadano y también va a ser un discente, un participante, un aspirante a que la educación le provea un mejor mundo y por tanto un actor dentro de nuestras aulas.
¿Cuándo los cursantes protestan o solicitan se les cambie un facilitador, no están siendo intolerantes?, ¿Cuándo el docente o facilitador expone la normativa institucional en el aula y exige el cumplimiento de las mismas, no está siendo intolerante?, ¿la norma per se, no induce a la intolerancia?
Con las cuestiones anteriormente expresadas, no pretendo fijar posición, solo abrir un espacio para la discusión, dado lo extenso e importante del tema y la oportunidad, única, que en mi opinión, los estudios doctorales del CIDEC – CIU nos brindan y que no deberíamos desaprovechar, ya que en ese mismo espacio, es donde hemos podido percibir una mayor necesidad de tolerancia, dada la gran dosis de intolerancia demostrada por algunos actores.
Fijar posición no implica imponer criterios, pero la interpretación que de esa posición se haga, puede ser tildada de intolerante y surgirá de nuevo la gran interrogante, ¿quién tiene la razón?, ¿el que se expresa y hace uso de su libertad o el que interpreta y asume una óptica personal distinta?. Lo cierto es, que es un tema bastante difícil y exige de parte de los docentes y directivos una gran capacidad estratégica para manejar las distintas y complicadas situaciones que diariamente se presentan, con satisfacción para las partes y sin menoscabo de sus derechos.
Cuando un docente o facilitador es a su vez discente o participante, ¿cual debe ser la posición a asumir cuando se ventilan asuntos, que por su interpretación, critican de manera negativa a la institución y/o a sus directivos?, ¿al mostrar el sentido de pertenencia, no está siendo visto como intolerante por el resto de sus compañeros discentes o participantes?
Lo emocionante del tema y la posibilidad de contribuir a tener el mundo con el que soñamos y que además nos merecemos, obliga a la profundización del mismo y a impulsar investigaciones que permitan nuevos aportes a la convivencia, en todos los ámbitos de desenvolvimiento del ser, pasando incluso por preguntarnos, ¿Cuándo la investigación está sometida a normas, rígidas en muchos casos, no es intolerante?, ¿no se debería acaso ser más tolerantes con los investigadores para lograr nuevos saberes?
Por cualquier arista que se aborde el tema, va a surgir la polémica y por eso, insisto en abrir la discusión de manera franca, pero buscando lograr ese algo que permita un hombre nuevo para un mundo distinto y ese es nuestro reto.
El Ier. Congreso de Alta Gerencia en el Caribe a celebrarse los días 6, 7 y 8 de diciembre 2010 en las instalaciones de la Caribbean International University en Curazao, la presentación de la revista Cideescribiendo el próximo 1 de diciembre 2010 en las instalaciones del Hotel Villa D´Este y el desarrollo de las líneas de investigación, son solo algunos hechos que permiten ver los avances que vamos obteniendo y son espacios propicios para dar la discusión en este tópico y en muchos otros que habrá que asumir y desarrollar en el futuro inmediato. Desde este espacio, aprovecho la oportunidad para felicitar y hacer llegar mi palabra de aliento, a todos aquellos que han trabajado denodadamente para lograr el éxito de los eventos aquí mencionados. Es egoísta de mi parte no identificarlos, pero corro el riesgo de dejar alguno sin mencionar y por aquello de la tolerancia, prefiero generalizar, sin embargo, estoy seguro que cada uno de ellos sabe que sus nombres están presentes en este escrito.