La razón de titular este post como “sin título”, es debido a la imposibilidad de encontrar una frase o una palabra que describa de forma sencilla, clara y exacta, de fácil comprensión para cualquier humano, lo que sucede actualmente en nuestro planeta y como consecuencia de esta impotencia, he tomado tal decisión.
La naturaleza continua hablando y haciendo sentir su voz de protesta como lo acabamos de ver con lo ocurrido en Japón. Un desastre natural de proporciones inimaginables, que no produjo una mayor catástrofe gracias a la Gerencia Japonesa o dicho en otras palabras a su Modelo de Gestión Gerencial, a pesar de las amenazas que aun se cierne sobre la humanidad, por los daños sufridos por el reactor nuclear de Fukushima, lo cual deja ver nuevamente que cuando el hombre decide ir en contra de lo natural, más temprano que tarde o viceversa, estas acciones se revierten en su contra y eso es responsabilidad de la gerencia.
La naturaleza da muestras de su enojo y la gerencia se empeña en no dar muestras de su comprensión, por lo que cada vez, me convenzo más de la necesidad de abordar desde los estudios gerenciales, la preservación del hogar global llamado planeta. La gerencia debe asumir de manera ingente, la cuota parte de responsabilidad que le corresponde en esta situación, pero para lograrlo, necesitamos un nuevo gerente, y para ello, deben introducirse cambios drásticos en el perfil de ese nuevo gerente y los diseños curriculares deben ser los medios encargados de esa tarea.
La interrelación entre naturaleza, educación y gerencia, se hace más notable hoy cuando evidenciamos el protagonismo humano frente a los acontecimientos globales. Las guerras, armadas unas y de inteligencia otras, el empeño en un desarrollo nuclear como energía alternativa, pero sin control por parte de algunos países, que llega a exponer a sus pobladores a catástrofes similares a la de Chernobyl, la aparición de nuevas enfermedades y la reaparición de otras que se consideraban extinguidas, las luchas de los carteles de la droga por el control del mercado y del territorio, que producen desangramientos humanos como los que se suceden continuamente en México, exigen un nuevo modelo de sociedad y para lograrlo cada uno de nosotros debe mancomunar esfuerzos y aportar sus
saberes para lograr en el corto tiempo un viraje radical respecto al rumbo que hoy traemos.
El desarrollo sostenible, implica mantener el crecimiento y desarrollo humano y la calidad de vida alcanzada hasta ahora, pero sin hipotecar los recursos naturales de nuestros hijos ni nuestros nietos. Después de ver el daño planetario causado por los desastres antes narrados, cabe preguntarnos, ¿cuánto tiempo necesitaremos para revertir ese daño?, ¿estamos cumpliendo con la premisa del desarrollo sostenible?. Frente a estas incertidumbres, se hace necesario recordar al malogrado presidente Kennedy (EUA), en una de sus celebres frases: “No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tú país”.
Esta premisa debe hacerse presente en nuestros espacios educativos, para entender que el cambio debe comenzar por cada uno de nosotros y dejar de exigirles a los demás, que cambien ellos para no afectar nuestra zona de confort. La educación continua es la única arma, (sin espíritu guerrero o beligerante), que poseemos a nuestra disposición, quienes hacemos vida en las instituciones educativas y la misma debe ser utilizada de manera crítica, constructiva, creativa y visionaria, (entre otras cosas), para sembrar la semilla del cambio, semilla que debemos cuidar con esmero, a objeto de evitar la posibilidad de aborto en su concepción, desarrollo y aplicación de forma exitosa.
Al hablar de cambio, debemos ser cuidadosos, ya que no todos los cambios se dan para beneficio del hombre y el mayor ejemplo es la ya mencionada energía nuclear, que desde Hiroshima y Nagasaki (1945) a la actualidad, ha servido para el bien y para el mal, pero también se ha prestado, de manera involuntaria, para el perjuicio del planeta y sus habitantes, debido a accidentes naturales o por mal manejo de sus instalaciones y aquí se debe retomar la ética gerencial y la responsabilidad social empresarial.
Son muchas las disquisiciones que pudiera hacer al analizar al hombre y sus circunstancias y muchos los soliloquios que pueden acompañarme en las reflexiones matutinas, intentando hallar caminos más cortos para el logro del objetivo, pero también es mayor el desasosiego al revisar el panorama mundial, por lo que debo armarme de un valor casi sobrehumano en las frías madrugadas que actualmente nos acompañan, para no cejar en la idea de seguir siendo parte de la solución y no convertirme en parte del problema.
La realidad de nuestras aulas lleva en ocasiones a nuestros docentes a cumplir la labor por la obligación mas no por la convicción, por lo que aquellos que tienen o que tenemos alguna responsabilidad en este frágil mundo, debemos convertirnos en el apoyo y los motivadores de esos formadores, para en conjunto lograr el objetivo propuesto. El clima organizacional en ocasiones se torna negativo, pero debemos estar conscientes que es la veleta de los tiempos y del cambio, que hace presencia sobre nuestras instituciones y sobre nuestra labor.
La gran familia CIDEC – CIU, debe afrontar todas estas amenazas y vicisitudes con la fortaleza de su Talento Humano, forjado en las lides victoriosas del campo laboral, preparados para disfrutar las rosas del camino, pero también para enfrentar, las espinas y las rocas convertidas en obstáculos, mentalizados de manera positiva para el ganar, ganar, ganar, gracias a la labor reforzadora de sus directivos y a la proactiva interrelación de sus facilitadores, para no cesar hasta alcanzar las metas parciales, que van con su sumatoria, alcanzando objetivos y permitiendo nuevos desarrollos, nuevas visiones y nuevos sueños.