“Es tan injusto tratar igualmente a los desiguales,
como tratar desigualmente a los iguales”. Aristóteles
Hablar de igualdad es sinónimo de
polémica ya que algunas personas confunden o manejan erróneamente este
concepto. La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, establece
en su artículo 21, que: Todas
las personas son iguales ante la ley; en consecuencia: 1. No se permitirán
discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo, la condición social o
aquellas que, en general, tengan por objeto o por resultado anular o menoscabar
el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos
y libertades de toda persona. 2. La ley garantizará las condiciones jurídicas y
administrativas para que la igualdad ante la ley sea real y efectiva; adoptará
medidas positivas a favor de personas o grupos que puedan ser discriminados,
marginados o vulnerables; protegerá especialmente a aquellas personas que por
alguna de las condiciones antes especificadas, se encuentren en circunstancia
de debilidad manifiesta y sancionará los abusos o maltratos que contra ellas se
cometan. 3. Sólo se dará el trato oficial de ciudadano o ciudadana, salvo las
fórmulas diplomáticas. 4. No se reconocen títulos nobiliarios ni distinciones
hereditarias.
La forma como este proceso de igualdad
se aborda, ya hace desigual el proceso, tal como lo vemos en el punto 2 del
citado artículo. El hecho de adoptar medidas, con las cuales no estamos en
desacuerdo, hace que la igualdad sea relativa. Algunas personas van a ser
protegidas y otras no, aunque sea en la búsqueda de evitar discriminación, pero
hay, en esas acciones, aspectos desfavorecedores para algunos. Por ello es que
abordar este tema, es abordar la polémica, véase la frase de Aristóteles que
encabeza el presente escrito.
Si la Ley ha de aplicarse en igualdad de
condiciones, entonces ¿Por qué los motorizados no son sancionado por violar
descarada, repetida e impunemente la Ley de Tránsito? y porque debe el
conductor de un vehículo automotor asumir todos los gastos del motorizado en
caso de algún incidente, aunque el motorizado haya tenido la culpa. ¿Dónde
queda el proceso de igualdad?
Para Andrés Roemer (s/f), La igualdad, como La Libertad, es un derecho
inalienable para el ser humano, en tanto que forma parte de la persona desde
que nace, y es una condición que se le atribuirá hasta el último día de su
vida. Pero La Igualdad no significa que todos los seres humanos debamos ser
iguales, sino todo lo contrario, La Igualdad presupone que las diferencias son
algo intrínseco a las personas, y éstas, por las características que les
distinguen, no deben ser privadas de estos derechos. Por este motivo, La igualdad
es uno de los valores fundamentales que han configurado los sistemas políticos
actuales a partir de una igualdad jurídica y política para todos los
ciudadanos.
Vista la opinión de Roemer, expresada en el párrafo anterior,
podría decirse que existen 2 mundos paralelos, el de la ilusión, representada
en ese escrito y el de la realidad, representado por un día a día, repleto de
desigualdades, que debemos afrontar los ciudadanos comunes.
¿Por qué los jerarcas del gobierno tienen guardaespaldas
y no son tratados como somos tratados los demás ciudadanos, ¿dónde está la
igualdad?, ¿porque estos guardaespaldas nos detienen en la autopista para que
esos jerarcas pasen y no hacen su cola como congéneres iguales de acuerdo a lo
dispuesto en el 21 de la CRBV?
Porqué definitivamente existen 2 mundos paralelos a
pesar de la tan cacareada igualdad, el mundo ideal y cuasi perfecto de los políticos
en el poder y el mundo de los comunes que los elevamos a las alturas del poder.
Sin querer entrar en diatribas políticas, debemos
analizar el artículo 26 de la CRBV, el cual expresa que: Toda persona tiene
derecho de acceso a los órganos de administración de justicia para hacer valer
sus derechos e intereses, incluso los colectivos o difusos; a la tutela
efectiva de los mismos y a obtener con prontitud la decisión correspondiente.
El Estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial, idónea,
transparente, autónoma, independiente, responsable, equitativa y expedita, sin
dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles.
Frente a esto, son muchas las preguntas que caben al
respecto y vienen a mi mente solo 2 casos emblemáticos para hablar de igualdad,
Franklin Brito e Iván Simonovis, todo, de cara a ese artículo 26. ¿Por qué la
asignación de viviendas construidas con el dinero de todos los venezolanos,
solo son asignadas a miembros de determinada tendencia política?, ¿dónde queda
la igualdad?
Si nos adentramos en el mundo educativo, debemos
preguntarnos: ¿acaso todos los alumnos aprenden al mismo ritmo?, la respuesta
harto conocida es no, entonces, ¿Por qué se les impone el mismo ritmo de
aprendizaje a todos provocando que algunos se vayan quedando en el camino?,
¿dónde queda la igualdad de oportunidades para respetarle cada quién su ritmo
propio de aprendizaje y evaluarlo cuando le corresponda y no cuando el docente
decida?
Una recurrente crítica a la teoría de sistemas sociales
es su falta de atención res-pecto del problema de la desigualdad
social (Schwinn, 1998, 2004; Schwinn,Kroneberg y Greve, 2011; Schimank,
1998; Esser 2004; Nassehi 2011; Kronauer,2002; Giegel, 2004), entendida
esta como la distribución asimétrica de personas y bienes en la sociedad.
Este déficit explicativo, sostiene esta crítica, haría pagar caro a las
pretensiones de universalidad de la teoría de sistemas, pues solo a nivel empírico
el cúmulo de evidencia relativa a la desigualdad social haría tambalear el
postulado acerca del primado de la igualdad en la diferenciación funcional a
nivel mundial (y también regional) por sobre la desigualdad característica de
la sociedad estratificada... La desigualdad social, en efecto, corresponde a
aquel acervo de temas con los cuales emergieron las ciencias sociales a
mediados del siglo XIX y persiste como una poderosa herramienta explicativa y
crítica de la sociedad actual (Hugo Cadenas, Departamento de Antropología,
Universidad de Chile, Santiago, Chile).
El 26 de agosto de 1789, el pueblo francés, reunido
en asamblea, votó en el artículo primero de la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano lo siguiente:
Artículo
primero.- Los hombres nacen y
permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden
fundarse en la utilidad común.
En la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
firmados por las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948, nos dice en su
Preámbulo: "Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo
tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos
iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana; Considerando
que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado
actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha
proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un
mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten
de la libertad de palabra y de la libertad de creencias."
Artículo
1
Todos los seres humanos nacen libres e iguales en
dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben
comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Artículo
2
1. Toda persona tiene todos los derechos y
libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza,
color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole,
origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra
condición.
2. Además, no se hará distinción alguna fundada en
la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya
jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente,
como de un territorio bajo administración fiduciaria,
no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.
Indudablemente, la desigualdad aplicada desde tiempos
ancestrales, obligó a una respuesta por parte de gobernantes preocupados por
las consecuencias de esas desigualdades, tal como se muestra en los párrafos
anteriores, pero en ocasiones, un problema se soluciona generando otro
problema.
Estamos claros de las desigualdades que presenta la
igualdad y no queremos desconocer ni las necesidades que lo originaron ni los
beneficios que se han producido, pero desde el punto de vista funcional, muchas
personas aplican de manera equívoca este principio de la igualdad/desigualdad y
debemos continuar generando polémica pero solo para lograr incorporar más
personas al análisis de este delicado tema que nos afecta diariamente.
Es clara la diferencia desde el punto de vista biologicista
del género humano, pero cuando la mujer lucha por que se le reconozca su
proceso de igualdad, ¿por qué insiste, paradójicamente, en mantener la
desigualdad que le favorezca?. Insisto, el abordaje de este polémico punto no
lo hago para desconocer los derechos alcanzados en beneficio de la mujer, sino
para inducir a la discusión que obligue a un análisis más profundo del tema, por ejemplo, me pregunto: ¿por que a ellas se les asigna la pensión de vejez a los 55 años y al hombre a los 60, cuando ambos han trabajado el mismo número de años para poderla disfrutar? y no es para que se les aumente a ellas hasta los 60 años sino para que se le disminuya al hombre hasta los 55 años si de verdad somos iguales.
Avanzar en la determinación de las desigualdades
sociales o en cualquier caso en el modelo y las formas o usos que delimitan
cualquier entorno societario y en la medida en que ello pueda afectar a su
desarrollo político en coherencia con el papel que pueden jugar las elites en
este sentido, nos ha de permitir descubrir qué modelo de sociedad es la que se
establece en la primera década del siglo XXI, de igual modo como en el reflejo
de las comunidades ha de poder encontrarse alguna respuesta a los vaivenes que
se evidencian a lo largo de esta etapa, su conexión con el último tercio del
siglo XX, así como de las circunstancias que nos habrán de definir una sociedad
cambiante, seguramente convulsa. (Albert Balada).
La sociedad que actualmente construimos y el
metamensaje que enviamos, sobre todo a los niños, es totalmente contradictorio
y en mi particular opinión, se encuentra aquí el génesis de los distintos tipos
de violencia que hoy nos azotan, ya que la desigualdad producida por el proceso
igualitario, nos carcome y no tiene punto de escape previsto, haciendo que las
reacciones sean de explosión, con toda la visceralidad que ello conlleva.
¿El hecho de hacerles vestir un uniforme a nuestros
niños y adolescentes cuando van a la escuela/liceo, los hace automáticamente
iguales o ya les obliga a engendrar el síndrome de la diferenciación,
representado en ocasiones por acciones de rechazo social/familiar/escolar y explotar
en ocasiones en actos vandálicos?, ¿acaso la simple apariencia de igualdad expresada por la visión uniforme de la vestimenta los hace iguales?, que gran utopía creerlo. En aras de esa mal manejada igualdad, nos preguntamos: ¿todos están en igualdad de condiciones para afrontar el proceso de aprendizaje, todos habrán desayunado y estarán correctamente alimentados?
Cada ser humano es diferente desde la concepción y
en su conducta infantil van explorando el camino que les permita su
establecimiento como ser humano propio y distinto a los demás, incluso de sus
hermanos, entonces, ¿por qué los adultos, que ya hemos olvidado como ser niños,
nos empeñamos en imponerles conductas que van en contra de su propio ser
biopsicosocial?, ¿Qué logramos con ello?, ¿Acaso imponer nuestro dominio, sobre
todo aquellos que no pueden liderar en otras instancias y entonces asumimos
nuestro propio feudo y nuestras propias conductas feudales?
Rousseau nos habla, del individuo como centro de ese
proceso de concreción social, de determinación de las relaciones nacientes a
partir de la ley natural y aduce que: No puede preguntarse cuál es la fuente de
la desigualdad natural porque la respuesta se encontraría enunciada ya en la
simple definición de la palabra. Menos aún puede buscarse si no habría algún
enlace esencial entre una y otra desigualdad, pues esto equivaldría a preguntar
en otros términos si los que mandan son necesariamente mejores que lo que
obedecen, y si la fuerza del cuerpo o del espíritu, la sabiduría o la virtud,
se hallan siempre en los mismos individuos en proporción con su poder o su
riqueza; cuestión a propósito quizá para ser disentida entre esclavos en
presencia de sus amos, pero que no conviene a hombres razonables y libres que
buscan la verdad.
En fin, abro este escrito con Aristóteles y cierro
con Juan Jacobo Rosseau, y me he paseado por ideas propias y de otros autores para
abordar solo un esbozo que permita discutir el tema más a profundidad, ya que
de acuerdo a la forma en que enseñemos a nuestros niños a abordar este proceso,
en esa misma medida, estaremos construyendo la sociedad del futuro.