Generalmente la investigación ha sido vista como
un proceso elitesco y quizás en su origen fue concebida de esa manera ya que
solo accedían a ella, aquellas personas que tuviesen los medios necesarios, los
cuales generalmente venían dados por instituciones generalmente poseedoras de
los recursos materiales necesarios para llevar a cabo la investigación.
De la misma manera el investigador podía
sentirse partícipe de una élite, ya que no todas las personas investigaban,
cualquiera fuera la causa. Esto inevitablemente trajo la tergiversación de la
función de la investigación y del papel del investigador, por lo que ahora
corresponde a la educación, tratar de retomar la función y el papel de la
investigación como herramienta fundamental, que permita mejorar e incrementar
la calidad de vida del ciudadano.
Es por ello que encontramos en los
requerimientos educativos actuales desde el nivel medio, hasta el profesional,
la necesidad de los educandos de emprender proyectos investigativos como
requisito obligatorio, para optar a los diferentes títulos que otorga la República Bolivariana
de Venezuela. La constituyente educativa iniciada en el año 1999, propuso entre
otros puntos, los cuales tienen relación directa con la investigación educativa
como práctica necesaria del quehacer docente:
FORMACIÓN PERMANENTE: Para la construcción de la escuela y educación
que se requiere para la transformación, se necesita de un docente en permanente
revisión de su práctica pedagógica (acción – reflexión - acción). Con capacidad
investigativa y que se asuma el proceso colectivo para su autoformación y
coformación en conjunto con sus compañeros(as) de trabajo, estudiantes, padres
representantes, comunidad en general (el docente forma parte activa de la
comunidad) superando la talleritis y la capacitación prescriptiva para el
aporte de credenciales en el currículum
vitae como paso inicial para la participación en los concursos (donde la
práctica pedagógica igual o peor).
INVESTIGACIÓN EDUCATIVA: El encuentro entre los sujetos de la escuela
sólo es posible mediante una investigación permanente que permita tener
conocimiento del otro para poder así convivir todos. La historia, valores,
tradiciones, costumbres, la cultura en general de la localidad es fundamental
para la planificación de estrategias, actividades y recursos de tal manera que
el docente se conecte curricular y pedagógicamente con el sujeto de aprendizaje
en un intercambio de saberes y experiencias (todos aprendemos y aprehendemos).
PROMOCIÓN DEL DESARROLLO LOCAL SUSTENTABLE Y
SOSTENIBLE:
La institución educativa como centro del quehacer comunitario debe impulsar y
promover los programas económicos y sociales que favorezcan y propicien el
desarrollo local sustentable y sostenible. Para ello, se requiere construir
proyectos bajo los principios de legitimidad del proyecto (construcción
colectiva del mismo con la participación de todos), pertinencia sociocultural
que le de permanencia en el tiempo y con el apoyo de los organismos gubernamentales
que acompañen el proyecto para garantizar su sustentabilidad
Frente a esta situación, son muchos los que
creen que esta obligatoriedad, lejos de convertirse en solución, lo que hace es
agravar el problema, ya que la mayoría de esos “investigadores obligados”, más
allá de retomar el amor o el interés por la investigación, lo que han hecho es
asumir una actitud de rechazo hacia ella y la mejor demostración de esta
situación, viene dada por los altos índices que tienen las instituciones de
educación superior de alumnos que una vez terminada la carga académica, no
concluyen con el proceso de investigación, lo cual les impide titularse y esto
es lo que todos conocemos como el famoso síndrome TMT (todo menos tesis).
Las instituciones universitarias a nivel de
pregrado, generalmente incluyen el proyecto de investigación dentro de la carga
académica distribuida en los 6 o 10 semestres o el número de años que dura la
carrera, con lo cual se busca evitar el problema, dejando entonces la situación
al nivel de postgrado, sin embargo esta posible solución, lleva implícita en sí
misma, un problema quizás aún mayor, el cual es el hecho que, como el
estudiante debe concluir su proyecto en un tiempo finito, debe casi de manera
obligatoria optar por una investigación de tipo cuantitativa, ya que esta
permite establecer en conjunto con su asesor de investigación y/o tutor, un
cronograma de trabajo enmarcado en las semanas que se asignen en el o los
niveles de investigación, de acuerdo a las normas de cada institución, impidiéndose
la utilización de otros tipos de investigación como la cualitativa o la
investigación acción participativa, ya que estas demandan tiempos mayores para
la conclusión de los proyectos por sus propios principios investigativos.
A esto debe sumársele el hecho para algunas
instituciones educativas de no contar con personal suficientemente preparado en
materia de investigación, o la asignación deficitaria de partidas
presupuestarias para atender este sector, o peor aún, la inexistencia de
presupuesto para investigación, lo cual hace que deban recurrir a personal
docente de otras especialidades para atender la situación, agravando de esta
manera la situación, tergiversando el criterio y la función de la investigación
y el papel del investigador.
Debemos también incluir en esta problemática la
eterna pregunta que subyace entre docentes y alumnos del área de investigación,
la cual es: ¿dónde se forman los investigadores?, y agrega el autor ¿Cuál es la
escuela de la investigación?, esta última pregunta surge, cuando oímos en
discusiones propias o en la interacción de nuestras tareas a algunos colegas
expresando cosas como: yo tengo mi propio modelo, yo soy doctor, frases que
considero pre elaboradas para evitar la confrontación y la discusión y por lo
tanto el aprendizaje y el enriquecimiento mutuo como condición para el
mejoramiento del investigador y de la investigación.
En el mismo orden de ideas debe señalarse que
existen instituciones que además de no poseer departamento de investigación,
como consecuencia tampoco tienen normas al respecto, que permitan estandarizar
criterios tanto a los docentes, investigadores y alumnos, produciendo por
tanto, mayor confusión, ya que debe entonces recurrirse a los manuales y a las
normas de otras instituciones pero con un criterio de discrecionalidad de
acuerdo a cada docente.
En los últimos tiempos hemos visto surgir como
alternativa de solución a esta problemática, los estudios no conducentes a
títulos y dentro de estos a la figura a los diplomados en investigación, sin
embargo esta alternativa tiene también su problemática propia, basada esta, en
la falta de unificación de criterios que guíen la investigación en las
distintas instituciones o en los distintos niveles, trayendo como consecuencia
que los profesionales diplomados en la materia con poca experiencia profesional
en la misma, terminan con confusiones epistémicas, axiológicas, ontológicas,
metodológicas y teleológicas, ya que al finalizar sus procesos formativos,
generalmente tienen lo que algunos consideran, con el debido respeto por el
término a utilizar, un “embutido investigativo”, que les hace creer que saben
de investigación y entran a la competencia con quienes ejercen hoy en el área,
ya sea con formación o sin ella, pero trasladando finalmente el problema al
alumno que hace o intenta hacer investigación obligada, nunca voluntaria.
Debemos contar también en la categoría anterior
a personajes que hacen vida académica dentro de las instituciones universitarias
sin la debida preparación en materia investigativa, pero por las necesidades de
las instituciones son investidos como tutores o “metodólogos”, y por su propio
desconocimiento, dan inicio al proceso tergiversador de la investigación al
querer imponer criterios sobre lo que debe investigarse y el cómo debe
investigarse. Esto ha hecho mucho daño a la investigación.
Si tomamos en cuenta el siguiente extracto de
LACUEVA TERUEL, AURORA en INVESTIGAR PARA
TRANSFORMAR: EL PARADIGMA CRÍTICO EN LA
INVESTIGACIÓN EDUCATIVA (Centro
de Documentación de la Escuela de Educación Universidad Central de Venezuela) y lo relacionamos con lo antes expuesto:
En la investigación educativa, las posibilidades
no se agotan con los paradigmas empírico-analítico e interpretativo: es
importante conocer y valorar al paradigma crítico, con frecuencia ignorado en
textos, cursos y seminarios. Existen por lo menos once rasgos
característicos de este enfoque teórico-metodológico: el propósito
transformador, el compromiso explícitamente asumido, la racionalidad
dialéctica, la consideración materialista de la realidad, la importancia dada a
la historia de los fenómenos en estudio, la contextualización, la
fundamentación teórica fuerte mas no dogmática, la búsqueda de explicaciones
generalizables para realidades complejas, el uso de métodos “de profundidad”,
la investigación-acción de alto nivel como opción metodológica principal, la
colaboración dialógica entre investigadores universitarios y docentes no
universitarios.
Podemos entender entonces la profundidad del
problema y el tamaño de la angustia para quién esto escribe, ya que
necesariamente viene a la mente la pregunta: ¿estamos preparados para afrontar
de manera exitosa el reto que tenemos por delante?
El CIDEC, de alguna manera ha tratado de
adelantarse a la situación y ha abordado el problema bajo una óptica
particular, genera su propia normativa y hace grandes esfuerzos para adecuar su
proceso de investigación, para que este, de respuesta a las distintas
situaciones y guíe la acción en esta materia, aún cuando hay consciencia que
esto tan solo es un pequeño paso y que se hace necesario el proceso de
realimentación para poder ser enriquecido, como fuente del conocimiento
disponible para el uso de los interesados y que nos coloque a la cabeza de las
instituciones pares en materia educativa e investigativa. Sin embargo la
discusión debe proseguir a la luz de las nuevas tendencias y con la necesidad
de unificación de criterios, sin que esto se entienda como una camisa de fuerza
o la imposibilidad de abordar distintos enfoques metodológicos por parte del
docente investigador.
El cursante de Práctica Gerencial o de
investigación del CIDEC, debe sentir satisfacción por lo que hace y orgullo por
lo que logra y en conjunto con los facilitadores, poder hacer realidad ese
sueño, asumir el reto y contribuir a lograr la Venezuela que anhelamos y nos
merecemos con el aporte de las soluciones logradas en las investigaciones
desarrolladas, las cuales deben contribuir al mejoramiento de la calidad de
vida del venezolano.
El país necesita urgentemente la masificación organizada
del proceso investigativo que permita generar nuevos saberes, aplicables a los
procesos de desarrollo integral, para poder legarles a las generaciones
venideras una realidad acorde a las necesidades propias de la sociedad del
futuro. El tiempo no es nuestro aliado en este momento y por ello debemos
avanzar con paso seguro, sin pausas innecesarias y con nuestros hijos y nietos
como norte. La historia nos cobrará si no somos exitosos ahora en esta materia.
Las grandes naciones y los países desarrollados
solo son el reflejo de lo que la investigación significa y representa en sus
procesos educativos y productivos. No podemos ser tan ciegos y permitir que
algunos dogmas y posturas que representan la antítesis del desarrollo nos
marquen una pauta contraria a las necesidades de país.
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