Los años finales del siglo XX produjeron alegrías y llenaron de esperanza a
muchas personas. Cayó el muro de Berlín, se reunificaron países y familias, se
avizoraron cambios en el mundo político y económico, surgieron líderes con
ofertas de renovación social, algunas economías tuvieron momentos
esperanzadores y se vislumbraba un nuevo milenio pleno de oportunidades para la
raza.
También comenzó la preocupación por cuidar el planeta, se hizo real la
amenaza del cambio climático y la superpoblación mundial, la necesidad de
utilizar energías alternativas y disminuir las emisiones de los gases de efecto
invernadero, se hizo palpable la crisis del agua y la contaminación ambiental,
por lo que al desaparecer algunas preocupaciones, inmediatamente surgieron
otras.
Pero el nuevo milenio nos encuentra con un retroceso impensable en materia
humana, social y de derechos fundamentales. Con el surgimiento de los nuevos
liderazgos, reaparece contradictoriamente un volver a tiempos pasados que creíamos
superados. Hay un resurgir de antivalores que está sembrando su semilla entre nuestros niños y jóvenes.
Aparecen grandes demostraciones de odio, producto de las divisiones socio
políticas alentadas por esos nuevos liderazgos, reaparece el racismo con más
fuerza, se reimpulsa la división social usando el clasismo como arma estratégica,
todo esto aupado desde cúpulas políticas que buscan la división como estrategia
para el dominio socio cultural, se hace patente como nunca antes el famoso “divide
y vencerás”, se dividen los países, las sociedades, las familias y surge una
ola de odio, xenofobia, exclusión, racismo, estigmatización y destrucción que
ha llevado el peligro a todo el orbe terráqueo.
Desde los ataques a las torres gemelas, las guerras en el oriente medio, la
criminalidad en países por causas políticas o de guerras entre mafias o por
control de territorios, hasta las pruebas nucleares y otros tipos de armamento
que impiden que se alcance la paz mundial y que los ciudadanos del mundo puedan
vivir sin temor a las sirenas, los ataques o a la necesidad de ver partir a los
hijos a combatir en guerras ajenas y de las cuales poco volverán.
Los falsos mesías que ofrecen cambios para que todo siga igual, han
encontrado seguidores en los resentimientos sociales, raciales o religiosos,
inducidos por los mismos hombres que dicen luchar por la paz, Seguidores que se
convierten en fanáticos y que no atesoran ni la vida propia y por tanto mucho
menos la vida ajena.
Vemos el surgimiento de los movimientos de sicarios, camisas negras o
marrones o rojas, dispuestos a acabar con aquellos que no sean adeptos a los
falsos ideales que defienden o que se nieguen a plegarse a los mismos. Los
carros bombas, los atacantes suicidas, las bandas armadas organizadas con el
nombre que se les quiera dar, prestar a sembrar el terror y asesinar por
intereses políticos, los secuestros, el cibercrimen, las armas químicas o biológicas,
los atentados a transportes masivos de pasajeros o sitios de entretenimiento,
son apenas muestra de hasta dónde son capaces de llegar algunos en busca del poder
y la dominación.
El nuevo milenio nos encontró con personajes Castro y Osama bin Laden o
Usama bin Ladin (أسامة بن لادن), fue un terrorista
yihadista de origen saudí, miembro de la familia bin Laden y conocido por ser
el fundador de la red terrorista Al Qaeda y rápidamente, sin que mucha gente se
diese cuenta, surgieron a la luz del discurso divisionista y de odio otros líderes
populistas en América Latina y en Europa, pero ahora también el falso populismo
ha encontrado en los Estados Unidos de América, un terreno fértil para su
siembra.
Ya conocidos los casos de Panamá con Noriega, Venezuela con Chávez, Argentina
con los Kirchner, Brasil con Lula, Bolivia con Morales, Ecuador con Correa,
Paraguay con Lugo, Nicaragua con Ortega, llega el caso del asesinato de doce
personas del semanario Charlie Hebdo en enero de 2015, el de Podemos en España
y el caso de Rodrigo Duterte, presidente de Filipinas, quién dice que estaría
feliz de matar a drogadictos como Hitler masacró a judíos y no contentos con
esto, vemos casos como el de Recep Tayyip Erdoğan en Turquía a quién en 1998 se
le prohibió ocupar cualquier puesto en la administración pública y fue
sentenciado a diez meses de cárcel acusado de intolerancia religiosa y que
actualmente realiza una purga contra militares y civiles y el de Trump, quién
llega al poder en los Estados Unidos, montado en el discurso de exclusión,
odio, xenofobia y racismo.
Lo anterior nos obliga a preguntarnos, ¿Qué pasó con nuestro mundo?, ¿Cuándo
los antivalores pasaron a formar la nueva sociedad?, ¿Qué pasó con la educación
para formar ciudadanos capaces de convivir?, ¿Cuándo se perdió el control del
mundo?
Cristina Sen, periodista española escribió el 22/07/2016 en el diario La
Vanguardia de Barcelona, España, lo siguiente: El discurso del odio se extiende
por toda la sociedad europea. Los mensajes contra las personas inmigrantes y
refugiadas se están utilizando por determinados partidos políticos para acceder
al poder. En este contexto, internet está permitiendo que el racismo y la
xenofobia se difundan fácilmente y que se empiece a considerar “normal” que en
las redes y en los comentarios anónimos en los medios de comunicación digital
se insulte llegando en muchos casos al delito pero quedando impune. Así lo
atestigua el estudio “Contextos, experiencias y respuestas al discurso del odio
en internet” realizado por la Universidad de Barcelona en colaboración con diez
entidades de investigación en el ámbito social de España, Italia, Francia,
Rumanía y el Reino Unido.
El 25/07/2016, el periodista Francisco Herrera Aráuz, refiriéndose al
presidente Correa, escribió para el portal Ecuamex lo siguiente: La tendencia
del amor-odio nació justificada entre sus legítimos contendores que disputaron
la campaña electoral inicial allá por el 2006. Desde ese momento, por el mero
hecho de haberlos ganado se convirtió en un justificativo para expandir
conceptos que trataban de menospreciarlo, eliminarlo, o culparle de muchos
males que sobrevendrían al país por haberlo elegido. De hecho, en los corrillos
de esos días la frase cruel que rezaba “O lo tumbamos o lo matamos” salía con
fuerza de ese sentimiento del odio político que nunca aceptaría a Rafael Correa
y todo lo que el significaba para la nación.
Omar Porcayo, editor de HuffPost voces, escribió: “El discurso de odio de Trump
ya se transformó en ataques racistas de estadounidenses a mexicanos” y en
Venezuela vemos que el alto comisionado de Naciones Unidas para los Derechos
Humanos, Zeid Ra'ad Al Hussein, solicitó el 13 de junio de 2016 al Gobierno y a
la oposición de Venezuela que resuelvan sus diferencias y el conflicto reinante
en el país sin usar la violencia y el discurso del odio.
En su libro El discurso del odio André Glucksmann afirma que el odio
existe, que es preciso superar el “buenismo” y aceptar la existencia del odio,
y dedica los tres grandes apartados del libro al análisis de tres versiones del
odio, actuales y a la vez de antigua raigambre: el antiamericanismo, el
antisemitismo y la misoginia.
Para Wikipedia: El discurso de odio, es la acción comunicativa que tiene
como objetivo promover y alimentar un dogma, cargado de connotaciones
discriminatorias, que atenta contra la dignidad de un grupo de individuos.
Dicho discurso es propagado con intención maligna para incitar al interlocutor,
o lector, a que lleve a cabo acciones destructivas en contra de un grupo, por
lo general, históricamente discriminado. Según la Recomendación No. R (97) 20
del Comité de Ministros del Consejo de Europa, las formas más comunes del
discurso de odio son el racismo, la xenofobia, el anti-semitismo, entre otras
basadas en la intolerancia. El discurso de odio ha generado un debate académico
debido a que entra en conflicto con otros derechos, principalmente el derecho a
la libertad de expresión. En este sentido, si las expresiones de, por ejemplo,
nacionalismo exacerbado o etnocentrismo, no contienen en sí intencionalidad de
atacar a un grupo determinado, entonces "no constituyen problemas
suficientemente graves como para justificar la utilización de los instrumentos
legales que protegen a las víctimas" del discurso de odio.
También de Wikipedia: Criterios para determinar la existencia de discurso
de odio.
Al estar sujetas a diversas interpretaciones y opiniones, las
manifestaciones de los discursos de odio se vuelven difíciles de definir. Por
esta razón, establecer criterios "homogéneos y uniformes" que
permitan identificar dicho discurso, ha sido un tema controversial puesto a
debate. Gustavo Kaufman propone una fórmula que establece que para afirmar que
un discurso de odio ha sido emitido, "se debe contar con los criterios
A+B+C o A+B+D, siempre en un contexto dado". Dichos criterios son:
A) Criterio de grupo en situación de vulnerabilidad tipificado: Se expresan
de forma explícita o implícita, pero indudablemente, referencias "a un
grupo históricamente discriminado, en un tiempo y lugar determinados".
B) Criterio de humillación: Se puede manifestar de tres formas distintas.
La primera implica la existencia de opiniones que degradan o humillan a un
determinado grupo en situación vulnerable. La segunda forma consiste en la
identificación de una referencia "simbólica o histórica precisa" que
expresa apoyo hacia eventos cuyo propósito es humillar a los miembros de un
grupo vulnerable. Por último, la tercera se manifiesta cuando a una persona se
le atribuyen características denigrantes asociadas con prejuicios, claramente
discriminatorios, sobre el grupo al que pertenece.
C) Criterio de malignidad: Se extiende una invitación dirigida hacia
terceras personas, ya sea de forma explícita o implícita, para ser partícipes
de acciones cuyo objetivo sea atentar contra la integridad de un grupo
vulnerable.
D) Criterio de intencionalidad: Se caracteriza por la existencia de una
intención deliberada para llevar a cabo acciones con las que se persiga
humillar y degradar a los integrantes de un grupo discriminado.
Para que la fórmula propuesta por Kaufman funcione, es necesario que dichos
criterios se desarrollen en contextos dados. Por contexto, el autor se refiere
a una situación desarrollada en un lugar y tiempo determinados, en la que un
grupo de individuos deba ser reconocido como discriminado; el discurso pueda
ser considerado, con base en buenas razones, como humillante y perjudicial por
los integrantes del grupo en cuestión; y que la malignidad y la intencionalidad
de tal discurso se identifiqué en las acciones del emisor.
El discurso del odio es entonces un problema de discriminación y de
exclusión, porque pretende apartar a un grupo de la vida social, pero es
también de asimetría. No se trata sólo de intolerancia con una ética de máximos
o con una doctrina comprehensiva del bien que no se comparte, sino del
desprecio hacia un grupo social por una cualidad que el hablante considera
despreciable. (Adela Cortina)
Tomado de Apuntes Cívicos Nro. 2: El CiberOdio, es un fenómeno creciente y
global, crea un clima que normaliza la intolerancia, en todas sus formas y
manifestaciones, hacia inmigrantes, sin
techo, homosexuales, musulmanes, judíos, gitanos, afro-descendientes y de todo ser
humano que no encaje en su perspectiva de exclusión y poder. Hay dos razones
del interés de los grupos racistas y neonazis por Internet. Si la población
mundial alcanza ya los 7.000 millones de personas, los usuarios que se conectan
a internet superan los 3.000 millones. Esa es una poderosa razón. La otra es la
impunidad con que se mueve su odio, prácticamente sin limitación legal en
muchos países.
Cuando el discurso se utiliza con tanta frecuencia y de manera sistemática,
termina convirtiéndose en un recurso útil para confrontar, para evitar el
diálogo real y profundo, para generar oleadas de desprecio hacia quienes
piensan y actúan diferente y no es muy difícil poder imaginarnos, con un enorme
susto, lo que puede ocurrir en nuestra sociedad si seguimos alimentando el
odio. Si seguimos viéndolo como el recurso para ganar falsas batallas o para
seguir imponiendo ideas, visiones o formas de ser. (Carlos Aldana)
¿Cómo superar el discurso del odio?
Cuando Nelson Mandela fue puesto en libertad, el 10 de febrero de 1990,
tenía todas las razones para sentir odio y rencor a quienes le habían hecho
pasar 27 años en una prisión inhumana por una condena injusta. Sin embargo, su
reacción fue siempre de perdón y espíritu conciliador: “A punto de salir de la
cárcel, Badenhorst se dirigió a mí directamente para desearme buena suerte a mí
y a mi gente. Badenhorst probablemente había sido el más cruel y salvaje
comandante que habíamos tenido en Roben Island. Pero ese día, en la oficina,
comprendí que existía otro aspecto de su naturaleza, un lado un tanto escondido
de su persona, pero que ahí estaba. Me ha servido siempre de recordatorio de
que todo ser humano, incluso los que parecen más odiosos, tiene una parte
noble, y si se mueve su corazón, es capaz de mostrar humanidad. Badenhorst no
era el demonio; su falta de bondad había sido alentada por un sistema inhumano.
Otro de los carceleros, el oficial Swart, había preparado una comida de
despedida. Se lo agradecí. Al oficial James Gregory le abracé efusivamente.
Durante los años en que me vigiló nunca discutimos de política, nuestros lazos
no necesitaban de palabras. Hombres como estos me reafirman en mi fe en la
humanidad”.
La ética cívica de una sociedad pluralista y democrática es la de la corresponsabilidad
por los pronombres personales que constituyen los nudos de cualquier diálogo
sobre lo justo. Los discursos del odio debilitan la convivencia y cortan los
vínculos interpersonales y se da cuando la calidad de una sociedad democrática
se mide, por el nivel alcanzado en el reconocimiento mutuo de la dignidad y no calculando
hasta dónde se puede llegar dañando a otro sin incurrir en delito punible.
(Adela Cortina)
Parafraseando a Alexander Guerrero: se tendrá que recurrir a la divulgación
de los valores de la libertad
individual, llevar al ciudadano a un terreno donde comprenda que solo
sus fuerzas propias podrán sacarlo del ámbito de pobreza.
Diseñar un estado protector de los derechos de la gente, de su libertad, su
propiedad, su vida. A los sectores más débiles en el mercado laboral, la oferta
política debe dirigir sus esfuerzos a la capitalización del factor humano, a
prepararse para formarse en aquellos oficios requeridos por una economía que no
podrá aislarse de las vicisitudes de las relaciones económicas internacionales,
con las cuales hay que vivir en las malas o en las buenas.
Las políticas públicas estarna dirigidas a informarlo, prepararlo para esas
profesiones que reclama la evolución de la sociedad tecnológica actual.
Para Kenan Malik: En cierto sentido, la restricción al discurso el odio se
ha convertido en un medio, no de abordar las cuestiones específicas acerca de
la intimidación o provocación, sino de hacer cumplir la regulación social
general. Por ello, si nos fijamos en las leyes de discurso del odio en todo el
mundo, no hay coherencia sobre lo que constituye incitación al odio. Gran
Bretaña prohíbe el lenguaje injurioso, insultante y amenazante. Dinamarca y
Canadá prohíben el discurso que es insultante y degradante. India e Israel
prohíben el discurso que hiere los sentimientos religiosos e incita al odio
racial y religioso. En Holanda, se trata de un delito de insultar
deliberadamente a un grupo en particular. Australia prohíbe el discurso que
ofende, insulta, humilla, o intimida a personas o grupos. Alemania prohíbe el
discurso que atenta contra la dignidad de, o maliciosamente degrada o difama,
un grupo. Y así sucesivamente. En cada caso, la ley define discurso del odio de
una manera diferente.
Facebook, Twitter, Google y Microsoft han prometido una ofensiva contra la
incitación al odio, suscribiendo nuevas normas de la UE que les obligan a
eliminar la mayoría de los comentarios ofensivos en 24 horas.
Concienciar a los usuarios de lo que está prohibido por cada empresa.
Formar al personal para detectarlos mejor y responder a las expresiones
de odio en línea.
Educar en valores y educar para la paz, esta será la mejor herramienta
para erradicar el discurso y las conductas de odio por parte de esa parte de la
población que hasta hoy utiliza tales herramientas.
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